Kairos, un momento

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Autora: Z A Guerrero. 

Perfil: KiraLucioNdlT

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Casandra.

Viernes por la noche. Mi día favorito para quedarme en casa y disfrutar de mi merecido descanso después de una larga semana laboral.

Mi rutina de skincare, pizza y cerveza son mi acompañamiento predilecto para el inicio de mi fin de semana.

No necesito nada más que esto.

Nada más que mi sillón, un kdrama para morir de envidia y atragantarme con comida.

La noche perfecta. Mi noche perfecta.

Una que ha sido invadida por el torbellino que se hace llamar mi mejor amiga. Esa que apagó mi tele, guardó mi comida y me hizo meterme en este incómodo y apretado vestido. Todo para ir a una reunión con unos amigos que conoce de nada.

Mi plan para ser feliz un viernes por la noche, se ve revuelto mientras me siento en una mesa rodeada con gente desconocida.

Doy gracias que sé adaptarme, que puedo conversar con la gente aunque mi ánimo no esté para eso. Es mi única cualidad social. Porque fuera de eso, soy lo más cercana a una ermitaña que se pueda conocer. No salgo de casa y como mi trabajo es remoto no tengo contacto con la gente. Gracias al barba que esté de turno por eso.

Y se preguntarán, ¿Cómo tienes amigas si no asomas la nariz por la puerta? Bueno, ella es mi roomie/mejor amiga de la infancia.

Ella es toda una florecita social. Mientras yo miro con mala cara a todo el mundo para evitar tener que hablar, ella reparte sonrisas. Obviamente, la percepción de mí cambia una vez que me hablan, puedo ser cortes y amable. ¿Ven? Habilidad social.

En fin, mientras escucho cómo muchos de ellos hablan de fútbol, se ríen de su humor "negro" y beben como si sus vidas dependieran de ello.

La vista de una nueva adición al grupo capta toda mi atención.

Cuerpo de reloj de arena y ojos negros como la noche. Una sonrisa blanca y encanto de sirena.

Todo el mundo parece conocerla. La sala no sólo se tiñe con un ambiente más cargado de expectativa, sino, que ella parece venir acompañada de una gracia poco común.

Se presenta como Kairos. Y sonrío para mis adentros cuando fiel al significado de su nombre, ella parece ser un momento de tensión entre todos los presentes. Se desliza sobre su asiento, enciende un cigarrillo, y me encuentro a mi misma siguiendo sus movimientos sin perderme un solo instante.

Aparto mis ojos de ella, dándome cuenta de lo vergonzoso que puede ser que me descubra mirándola como una idiota.

Mi mente es un lío, no puedo pensar en otra cosa que no sea volver a mirarla, así que, en mi desesperada e ilógica necesidad, bebo del vaso que descansa entre mis manos y vuelvo a mirarla.

Esta vez, contengo el líquido en mi boca cuando nuestras miradas se cruzan.

Una sonrisa nada disimulada levanta las comisuras de sus labios, una sonrisa que tiene como premisa "te pillé" junto a la diversión que refleja el brillo de sus ojos.

Mi pecho se hincha, y me obligo a tragar despacio para no dar un espectáculo. El humo traslucido sale por su nariz cuando su oscura mirada va a mi cuello y luego vuelve a mi rostro.

Ya no hay rastro de diversión, ya no hay sonrisa en ella. Ahora, como si un manto de poder la cubriese, se acomoda en la silla, desprendiendo un... ¿Cómo puedo llamarlo? ¿Aura? ¿Personalidad? ¿Carácter? Lo que sea que esté enviando en mi dirección, se siente como manos fuertes, duras y afiladas.

El borde del vidrio abandona mi boca, mis piernas se juntan intentando detener el inesperado hormigueo entre ambas y me decido por romper el contacto visual.

Mi mejor amiga llama mi atención al acercarse y preguntarme si estoy bien.

¿Cómo demonios voy a estar bien si acabo de mojarme bajo la mirada de una extraña?

Sacudo mi cabeza de arriba abajo mientras le sonrío. Eso parece calmarla y vuelve a meterse en la conversación con sus nuevos amigos.

No puedo juzgarla, no soy una buena compañía la mayor parte del tiempo. Ella necesita de la gente para recargarse de energía, yo por otro lado, la gente me desgasta. Mi energía se consume considerablemente rápido cuando hago uso de mi única habilidad social.

Así que, entiendo su necesidad por buscar nuevas almas que alimenten su necesidad de contacto.

Es más, hasta se podría decir que la aliento a ir por ello.

—¿Te sirvo otro? —la voz de... ¿Carlos? Busca mi atención a mi lado.

—Sí, gracias. —contesto con una sonrisa mientras levanto el recipiente en mis manos. Mi vaso, relleno con otra ronda de vino, me saluda.

No quise quedar mal al rechazar el gesto. Llámenme idiota, pero, intento pasar lo más desapercibida posible. Ruego internamente por irme. Y buscando algo con lo que entretenerme, mis ojos inevitablemente vuelven a caer en ella.

Ahora, no está sola. Una rubia, está sobre una de sus rodillas, riéndose mientras habla con alguien más.

No puedo determinar en qué momento la gente aquí pareció multiplicarse. Porque, de un momento a otro, hay más de la que recuerdo.

Una de las manos de Kairos descansa sobre el reposabrazos detrás de la rubia y la otra, mantiene lejos un nuevo cigarro humeante entre sus dedos.

Parece absorta del mundo mientras mira un punto fijo, sus movimientos se vuelven mecánicos y el movimiento de llevar la nicotina a sus labios es automático.

La rubia se mueve trayéndola al presente, se reclina contra ella y le habla al oído. Kairos entrecierra sus ojos mientras la escucha y asiente. El acto me resulta tan atrayente como hipnótico.

Es mujer y desprende una masculinidad que, ninguno de los presentes con rabo, posee en sí mismos.

Mi piel se crispa cuando sus ojos vuelven a encontrarme.

La rubia se endereza, mueve su pelo de un hombro al otro y con el simple hecho de estirar su cabeza hacia un lado, con la clara invitación silenciosa, la mano libre de Kairos comienza a tocar su piel.

Mi visión no es clara, estoy de frente a ellas, pero, el movimiento de arriba debajo de su antebrazo puede hacerme imaginar el acto. La rubia se arquea cuando llega a algún punto sensible en medio de su espalda y Kairos levanta una ceja. En todo el juego, sus ojos estuvieron sobre mi.

Absorbiendo mi reacción.

Y su ceja se levantó, cuando por un segundo, creí sentir el roce en mi propia espalda y me arqueé de manera sutil. Mi piel se erizó visiblemente y mordí mis labios por pura inercia.

He estado con hombres antes, no soy una mojigata y, aun así, nunca sentí tanta atracción por ninguno como lo hiciera ahora siento con ella.

Y que me muera aquí mismo si en mi vida pensé en estar con otra mujer. Pero, ella no es una mujer solamente, es el pecado hecha persona.

No puedo evitar imaginar en que más seria buena y mi garganta se reseca con las imágenes que mi atrofiada mente proyecta. Y, Kairos parece notarlo, por que mueve a la rubia y se levanta.

Una mirada en mí dirección, un movimiento de cabeza, una invitación prometedora y me encuentro a mi misma poniéndome en pie para seguirla.

Ignoro y dejo atrás el llamado de mi amiga. Solo puedo ver su espalda, y como un insecto que es hipnotizado por el fuego, me veo a mi misma yendo directo a una llama que no se si terminará quemándome y haciendo que me consuma de adentro hacia afuera.

Y ciertamente, no me importa. Quiero ambos, no importa el orden.


Con todos lo sentidos. RelatosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora