Autora: Verónica Soledad Flora
Perfil: Florasoy
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Llegué al restaurante con el corazón queriendo salirse del pecho. Me detuve un segundo antes de abrir la puerta con mi mano temblorosa para mirar mi reflejo en el vidrio. El peinado estaba bien. Tanto como podría estarlo el enjambre de mi cabello castaño. Podría decirse que Estela había hecho milagros. Había peinado mi pelo con unas ondas en las puntas. Y junto con el maquillaje parecía otra.
No solía usar maquillajes. Y a decir verdad, no me peinaba más que con una coleta a las apuradas. Mi trabajo como maestra de infantes me daba mucha libertad en cuanto a mi aspecto. Sumado al guardapolvo que ocultaba mi ropa, no voy a mentir, pero muchas veces debajo fui con los pantalones que usaba de pijama.
Pero como siempre explicaba a mi familia, era la libertad de la cárcel. Porque no me daba tiempo para nada más que mi trabajo con los niños, las manualidades, las actividades extraprogramáticas, la corrección de tareas, los actos, y así hasta el infinito y más allá. Sí, como Buzz Lightyear. Si bien no tenía hijos propios, contaba con treinta adoptados, por lo que mi bagaje cultural se reducía a clásicos y novedades infantiles o para disfrutar en familia.... Una que tampoco tenía. Porque no tenía tiempo.
Hice un barrido rápido con la mirada, a través del vidrio de la puerta de entrada, inspeccionando a los comensales. El vestido corto de Estela, mucho más bajita que yo, no se parecía ni de cerca a los pantalones de franela. Y me quedaba cortísimo. Pero no hubo manera de disuadirla para que me prestara otro. La verdad es que tenía que renovar mi guardarropa. No tenía nada adecuado para la noche. Más que algunas prendas formales para los actos de la escuela, o reuniones de padres. Nada como para una cita en busca de acción. «Sexual», susurró una voz en mi inconsciente haciéndome poner los ojos en blanco.
Porque eso es lo que estaba haciendo. O por lo menos lo que me había llevado a estar abriendo la puerta del restaurante y caminar con paso lento y poco seguro con unos zapatos que me quedaban apretados porque no eran de mi talla.
A decir verdad, nada de esto había sido una decisión mía. Estela, la misma que viste y calza la ropa que llevo, me había empujado a un fracaso seguro. ¿Qué iba a decir en esa cena? Si no solo las manos me temblaban, moría de vergüenza por toda la situación. ¿Qué persona de treinta años necesitaría pagar Para tener una cita? Seguro que solo yo.
Miré hacia la barra intentando encontrar a mi acompañante. Quizá si todavía no había llegado podría correr, ¿no? Claro que antes tendría que sacarme estos malditos zapatos.
—Señorita, ¿tiene reserva? —La voz del recepcionista hizo que se me subieran todos los colores al rostro. Tenía la sensación de ser observada, de que todos sabían el bochorno al que me iba a someter. Como siempre mi cuerpo se preparaba de antemano.
—Sí, a nombre de Alicia —llegué a pronunciar con un poco de entereza. Bien podría hacer honor a mi nombre, correr detrás de un conejo apurado y caer en un universo paralelo. Como mi homónima me sentía chiquita y no había comido ninguna galleta.
—Muy bien, acompáñeme. —Con un gesto de su mano me invitó a seguirlo hasta mi mesa. El lugar era de muy buena categoría, algo que no podía negarle a Estela. Le debía una, porque no era el lugar para mi sueldo de maestra. Por lo menos, si todo resultaba un fiasco, iba a comer a lo grande y a lo rico.
Al llegar a la mesa reservada a mi nombre, el recepcionista corrió la silla para que me sentara. No pude evitar una sonrisa incómoda. No estaba acostumbrada a que me sirvieran o me abrieran las puertas. Pero no estaba mal disfrutar de algo diferente. Dejarme llevar un poco.
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Con todos lo sentidos. Relatos
Cerita PendekRelatos surgidos de la imaginación de nuestros autores y autoras para una actividad en el grupo La Resistencia Escrita ✒️. "El erotismo es la capacidad que tenemos los seres humanos de sentir y provocar deseo y placer sexual." Esperamos disfruten l...