—¿Dana, estás en casa?— hablé a través de mi teléfono, esperando una respuesta del otro lado.
—Buenos días para ti también, Aura. Yo estoy bien, gracias por preguntar. ¿Y tú?— respondió ella con un notorio sarcasmo.
—Vaya, disculpa. Buenos días. No estoy del todo bien, por eso es el motivo de mi llamada.
Caminaba a través de un parque buscando un lugar adecuado para sentarme y conversar. Una vez que vi un banco desocupado, dejé mi pequeño bolso a un lado y me senté.
—¿Otra vez noches enteras sin dormir?—
Ella sabía de mi insomnio y siempre había estado ahí conmigo para acompañarme a consultas médicas o para cualquier situación en la que pudiera contar con ella. Estaba muy orgullosa de tener una amiga como Dana en mi vida llena de caos.
—Sí y no— pronuncié un poco nerviosa. ¿Cómo se supone que le diga que vi un monstruo en medio de la noche?
Todos te van a dar de loca, Aura.
Podía imaginar la cara confundida de mi amiga como si la estuviera viendo de frente, así que aproveché para volver a hablar.
—Sabes, es muy difícil hablar de esto, así que lo mejor sería vernos en la cafetería de siempre.
—Claro, terminando las prácticas de patinaje voy hacia allá.
Luego de colgar la llamada, me quedé observando todo a mi alrededor. Era muy bonito este parque; quedaba cerca de un lago y más allá se encontraba la ciudad, llena de edificios y rascacielos que hacían que, desde mi punto de vista, todo el lugar se viera hermoso. Me levanté del banco y me dirigí a la cafetería donde siempre nos reunimos Dana y yo.
Mientras revisaba mis redes sociales en el teléfono, tratando de matar el tiempo mientras Dana llegaba, mi subconsciente despertó mi curiosidad.
¿Qué tal si buscas algo sobre la existencia de los monstruos?
No lo pensé mucho y busqué en Google: ¿Los monstruos pueden existir en la vida real?
No encontré una respuesta exacta; en ocasiones decían que era totalmente un mito y en otras que hace millones de años sí existían. Cerré la página de Google y seguí viendo cosas en mi teléfono, tratando de olvidarme de todo eso.
Inesperadamente, algo sopló muy fuerte en uno de mis oídos, lo que hizo que reaccionara rápidamente. Como suponía, era mi amiga; siempre que estaba distraída hacía eso para molestarme. Observé cómo se sentó en el asiento frente a mí y, justo cuando se acomodó, me dio una pequeña sonrisa.
—Entonces, ¿qué pasa, mi dulce Aurora?— habló ella mientras le hacía una seña a la camarera para que viniera y le ofreciera el menú.
¿Qué irónico, no? Mi nombre se asemejaba mucho al de la princesa Aurora de Disney. Todos sabemos que en su película se pasó durmiendo desde el principio hasta el final, y aquí estoy yo, que no puedo dormir ni cinco minutos.
—Oye, no sé si me vas a creer lo que voy a decir, pero te pido que no me digas que necesito ir a un psicólogo— le comenté una vez que pedimos lo que íbamos a comer a la camarera y esta se marchó.
—Algo me dice que las cosas andan mal, pero anda, dime qué pasa— tomó un sorbo de su café mocha.
Le conté toda la historia, especificando cada detalle. Ella solo me observaba en silencio; de vez en cuando hacía algunas caras de asombro y susto. Quisiera saber qué pasaba por su mente luego de haberle contado todo esto.
—Estoy ahora mismo sin palabras. O sea, ¿cómo te pudo ocurrir algo así?—
—Esto nunca antes me había sucedido; ahora tengo miedo de volver a mi departamento— me ponía nerviosa solo pensarlo. Apreté mis manos una contra otra hasta que ella me detuvo y tomó cada una con las suyas.
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El susurro del monstruo.
FantasyDe pequeña, siempre temía a los monstruos que se escondían bajo mi cama. Las sombras en la oscuridad parecían cobrar vida, llenándome de pánico incluso ahora, a mis dieciocho años. A veces, ese miedo regresa, pero me consuelo pensando que esos seres...