Primera Parte: Ruptura.
Contar ovejas no funcionó.
Taeyong se volvió sobre su espalda con un suspiro. Él escuchó la respiración de Miyeon, tratando de dejar que lo adormeciera.
Eso no funcionó, tampoco. Su novia podría estar durmiendo a su lado, pero la persona que ocupaba su mente estaba abajo, emborrachándose. Jaehyun. Su mejor amigo.
Suspirando de nuevo, Taeyong se sentó y enterró sus dedos en su pelo. Retuvo el aliento y forzó su audición. La casa estaba completamente silenciosa. Habían pasado horas; a lo mejor Jaehyun había finalmente ido a acostarse.
Y a lo mejor todavía estaba bebiendo frente a la chimenea.
Apretando la mandíbula, Taeyong miró hacia la puerta.
Él no debería. No debería ir abajo. Eso no cambiaría nada. No había nada que él pudiera hacer por Jaehyun.
Después de todo, él era la razón por la que Jaehyun estaba bebiendo.
"¿No ves lo cruel que es esto? ¿No te importa? Lo estás quebrando." La voz del primo de Jaehyun resonó en su mente, una y otra y otra vez, cada palabra como un puñetazo en el plexo solar.
Taeyong cerró los ojos, tratando de bloquearlo. Él no tenía intención de revelarle a Jeno que sabía acerca de los sentimientos de Jaehyun por él. No se suponía que lo supiera nadie. No se suponía que Jaehyun debiera saber que Taeyong lo sabía. Ahora, Taeyong no podría dejar de preocuparse. Jeno había prometido no decirle nada a Jaehyun, pero Taeyong no estaba seguro de poder confiar en el tipo – se le veía bastante enojado más temprano esa noche.
"Él no es tu padre. Él no es tu hermano mayor. Él no es un monje. Él es un hombre saludable en su mejor momento. Si lo amas tanto como afirmas, dejarás de ser una pequeña mierda egoísta y lo dejarás ir."
Jeno tenía razón, por supuesto: Taeyong era heterosexual, tenía una novia que amaba y no podía darle a Jaehyun lo que quería. Lo correcto sería decirle a Jaehyun, que él sabía sobre los sentimientos de Jaehyun por él - y que cualquier cosa entre ellos era imposible. Hubiera sido más amable permitir a Jaehyun dejarlo y encontrar a alguien más para amar.
Excepto que Jaehyun no podía dejarlo. Incluso pensar en ello hacía que su estómago se retorciera en un nudo doloroso y una oleada de pánico le atravesara todo su cuerpo. Dios, esto estaba tan jodido. Le había dicho a Jeno la verdad: realmente se alegraba de no ser gay. Si él era así de necesitado y dependiente, cuando no quería a Jaehyun de ese modo, Taeyong no podía imaginar la pegajosa ruina que habría sido, si él realmente quisiera a Jaehyun de esa manera. Era lo suficientemente malo ya.
Por el amor de Dios. Él era una estrella del fútbol en ascenso y millonario. No se suponía que se sintiera de esa manera aún. Ya no era un adolescente. Ya no estaba paralítico. No se suponía que todavía sintiera como que Jaehyun fuera su ancla.
Él tenía dieciséis años cuando se dañó la columna vertebral durante algún partido amistoso sin importancia, aquí en los Estados Unidos. El club lo había colocado en el centro de rehabilitación donde Jaehyun estaba haciendo su residencia, y Jaehyun había sido asignado como su fisioterapeuta. Durante diecisiete largos meses, Jaehyun había sido su mundo: él había sostenido la mano de Taeyong mientras trataba de mover sus extremidades, limpiado el sudor de la frente de Taeyong, lo había animado y elogiado cada pequeño logro suyo. Todo el mundo había pensado que la carrera de Taeyong había terminado antes de que incluso hubiera comenzado adecuadamente – los médicos no eran optimistas sobre sus posibilidades de caminar de nuevo, mucho menos de regresar al fútbol - pero Jaehyun le hizo creer que podía hacerlo. Y lo hizo. El día en que dio sus primeros pasos sin caerse, Jaehyun lo abrazó con fuerza y le susurró, con voz llena de orgullo, "Este es mi niño." Y Taeyong no quiso soltarlo jamás. Jaehyun era suyo. No sabía lo que habría hecho sin él.