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Quackity estaba sosteniendo un papel con fuerza entre sus pequeñas manos.

Estaba ansioso y avergonzado, hace cuatro días había pasado aquella especie de confesión y hasta aquel día no había cruzado ninguna palabra ni mirada con Roier, ni si quiera habían compartido un espacio en común gracias a la cobardía de Quackity.

No se había acercado, pero hasta donde sabía, Roier terminó con Lauren un día después de haberle confesado que le gustaba.

-Estás listo?- inquiere Spreen, quien estaba hablando por teléfono con Quackity desde hace media hora atrás.

Spreen era el segundo mejor amigo de Quackity, quien había tenido que ir a vivir fuera del país por razones familiares, pero nunca perdieron el contacto.

Cuando Quackity se le confesó a Roier, comenzó a hablarle a Spreen sobre aquella confesión y el nunca lo defraudó, nunca lo criticó; es más, ahora lo estaba apoyando.

Quackity estaba frente la casa de Roier con una especie de carta toda arrugada en sus manos, a causa de los nervios había estrechado aquel papel blanco con bordes celestes pastel que contenía dentro todo aquel sentimiento dulce y demasiado empalagoso que había escrito para Roier.

Armandose  de valor le dijo a Spreen en  voz baja que después le contaría, finalmente guardó su celular y con pasos temblorosos y torpes se posicionó frente a la puerta de madera para después
golpearla con su mano derecha.

Quackity sonrió la madre de Roier cuando abrió la puerta. Su sonrisa derrochaba ternura y amabilidad por todas partes, después de todo, era como la madre atenta que nunca tuvo. -¿Qué tal? ¿Buscas a Roi?.

Quackity asintió con su cabeza repetidas veces, demasiado avergonzado. Sin decir ni una palabra se adentró al lugar cuando su madre no biológica se hizo a un lado dándole permiso.

-Está en el segundo piso, ve con cuidado.

Y sin más le agradeció en voz baja y continuó su marcha en busca de Roier.

Subió las escaleras con cautela y caminó hasta la puerta de la habitación de su menor y finalmente tocó la puerta.

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Las risas del lugar se escuchaban en todos los rincones de aquella casa proveniente de dos niños quienes tenian unos 7 años. Roier estaba sobre Quackity mientras le hacía cosquillas.

Le gustaba bastante ver como su mejor amigo reía y reia, o como pequeñas lágrimas caían de sus mejillas producto a la risa
incontrolable que lo atacaba.

Cuando se quejaba de que le dolia la pancita y sus mejillas o cuando le decia que parara, que le daria un zape si no paraba.

-Roi!

-Qué?-sonrió divertido mientras sus dedos ágiles seguian haciendo presión repetidas veces sobre las costillas del otro.

Este no paraba de reir, sus ojos estaban más achinados que antes y estaba que estallaba . No respiraba bien, sus mejillas estaban sonrosadas y calentitas.

-Ya, ay!

Roier sonrió con travesura y dejó finalmente de hacerle cosquillas.

Cuando Quackity estuvo a punto de darle un zape mientras soltaba pequeños e inocentes jadeos, Roier fue más rápido y besó con inocencia y ternura la mejilla sonrojada de Quackity.

-No te perdonaré -djo el pelinegro mientras se cruzaba de brazos,
manteniéndose recostado boca arriba sobre el suelo.

-Y si te doy otro besito, sí me perdonaras? -inquirió Roier mientras llevaba uno de sus dedos hasta sus rosados y esponjosos labios.

Quackity lo pensó un poco y finalmente cedió a aquella propuesta, asintiendo con su cabeza tímidamente.

Roier se acercó a su mejilla y depósito otro besito en esta, con dulzura y delicadeza.

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-Quackity..-murmuró Roier cuando abrió la puerta de su habitación y se encontró con el pelinegro.

Quackity estaba bastante nervioso y sus piernas temblaban nuevamente.

Sus ojos tenían un brillo especial, un brillo que Roier no comprendía, solo le gustaba ver a su amigo con aquel brillo en sus ojos. Temblaba peligrosamente, como si en algún punto no podría más y caería al suelo; estaba asustado.

-Olvida todo -Quackity fue más rápido. -Olvida lo que dije, lo que te confesé.

Se aclaró, y sus ojos comenzaron a llenarse nuevamente de lágrimas. -Roi, no quiero perder tu amistad, en serio no quiero.

Los labios de Roier temblaron, y solo se limitó a asentir con su cabeza bastante dolido.

Le gustaba Quackity.

Lo supo en el momento en el cual se sintió mal por ser la razón por la cual Quackity llorara.

Lo supo en el momento en el cual Quackity salió rápidamente corriendo a la salida.

Pero no supo que hacer cuando vió una especie de carta tirada en el pasillo, la cual estaba toda arrugada.

B O Y S? - [ Spiderduck ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora