Capítulo 2: Mi idealización

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Si te dijera que puedo oírte sin que hables, verte sin mirarte y sentirte sin tocarte, probablemente pensarías que soy un desquiciado, que me falta un tornillo o tal vez dos; que soy un "rarito" rechazado por la sociedad y sus costumbres. Pero apuesto a que nunca imaginarías... que soy un vampiro.

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El lugar del que provengo no es como cualquier otro, es lóbrego y deprimente, aburrido hasta los huesos, porque no morimos por métodos convencionales.

Estamos en todas partes y nos adentramos en el mundo de los mortales para tomar lo que queremos y nada más. Sabemos que no pueden ganarnos en un enfrentamiento, pero asimismo somos conocedores de cuán necesarios son para nuestra subsistencia, por eso preferimos la paz a la guerra e inmiscuirnos en su entorno de la manera más fortuita posible.

Podría llamarlo una "sociedad secreta", en términos vulgares. Y que no me oigan; se enfadarían. Nuestras interacciones son escasas, nuestras relaciones frías, una transacción por un bien común: procrear y hacer que prevalezca la especie. No nos abrazamos, no nos besamos, no nos dedicamos palabras de afecto, solo jadeos, colmillos y sangre, mucha sangre.

No voy a ser hipócrita y decir que quiero un amor incondicional, que me abrace y me contenga, pero sí busco algo... diferente. Quiero sentirme diferente y dejar de estar aburrido en esta vida sin sentido. Es aquí donde entra Kim Nam-joon a mi ecuación intrigadora. Lo conocí después de siglos marchitos y noches sin luna; después de ser "liberado", como solemos decir mis iguales y yo. Cuando eres un caminante de la noche o, atentos, a los mortales les encanta este término: vampiro; personalmente ha llegado a gustarme el término. Cuando eres un vampiro liberado al mundo exterior estás por tu cuenta, aunque debes dar un reporte a tus superiores, los llamamos "ancianos", vampiros de mayor rango y más años de vida, para que estén al tanto de tu seguridad y por ende la de ellos. Así somos los caminantes de la noche, pensamos en nosotros mismos, luego en la especie, y después, si se nos place, los demás.

Recuerdo que era una noche de luna llena, mi favorita. Estaba en una cafetería horriblemente cálida, aunque de iluminación pobre. Tomaba un café para evitar que mi sangre, por ende mi cuerpo, estuvieran fríos, y leyendo "El silencio de los inocentes" de Thomas Harris, aunque lo que estaba haciendo realmente era escanear a mi posible víctima. Un bocado fresco de una carótida directo a mis labios, a mi garganta.

De repente, escuché la campanilla de la puerta principal a la otra punta, como si resonara detrás de mi nuca. Mi naturaleza curiosa y cautelosa, como la de cualquier otro ente respirante de ese mismo oxígeno, levanté la mirada y ahí lo vi por primera vez. No era solo el tinte opaco que vestía su piel, ni los ojos más rasgados que haya visto, los músculos fornidos en su cuello, o sus manos fuertes que sostenían el estuche que cargaba sobre el hombro. Era una pieza entera y esculpida puesta frente a mí para su perpetua adoración. Y su sangre... atiborró el lugar por completo, opacando mis sentidos, esparciendo esporas y provocándome una sobredosis instantánea. Tuve que cubrir mi nariz porque juré sentirla inflamada y al borde de un sangrado.

Se acercó a la caja junto al mostrador, apoyó su brazo y tras intercambiar unas palabras con el muchacho, a quien parecía conocer, dejó ver sus dientes y su piel se hundió, creando un pequeño pozo en su mejilla. ¿Podría pedir un perfil más regio acaso? Mis ojos quemaban de resequedad, pidiendo auxilio, porque no había parpadeado ni una sola vez.

Tomó asiento exactamente a dos mesas de distancia. Ya había visto a muchos otros hombres antes, tipeando con sus dedos la mesa, o en sus dispositivos electrónicos, apretando los labios, moviéndose inquietos como insectos y observando a cuanta mujer se les cruzara como si nunca antes hubiesen visto una fémina de curvas sugerentes en su maldita existencia. Pero no mi Nam-joon. Él estaba en su mundo. Escribía en un pequeño cuaderno verde, con mucha relajación y dedicación en cada movimiento de su bolígrafo y al terminar se puso a leer un libro de Haruki Murakami.

Loveless (+21) [JinNam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora