—Por favor Jacob, ya está. Sh...— Lo volví a mecer en mis brazos mientras con la otra mano me reajustaba el bolso lleno de sus cosas que pesaba casi más que él.
Miré a un lado y a otro pero ni rastro del taxi que había pedido la chica del mostrador para mi.
Aunque el vuelo solo duraba 2 horas habían sido eternas para mi. Jacob no había parado de llorar, berrear y gritar, incomodando a todo el avión. La azafata me echaba miradas desoladoras, casi sintiendo pena por mi. Intenté por todos los medios hacerlo callar con su biberón, juguetes y su sonajero favorito, pero no hubo manera.
Cuando aterrizamos, las personas casi besaban el suelo al bajar por haber llegado y acabado el maldito viaje.
¿Señorita? — Del susto me llevo la mano que aguanta al bolso al corazón. El hombre me da una sonrisa tímida y abre la puerta trasera del taxi para mi. — Lamento el susto. Bienvenida a Noruega.
Saludo mientras descuelgo la mochila de Jacob y la coloco en los asientos traseros, el hombre se ha encargado de guardar la gran maleta que llevábamos y el carro que yo ya había plegado antes.
¿Esperamos a alguien más? — Su mirada va discretamente a Jacob que está jugando con el cordón de mi sudadera. Niego con la cabeza mientras me siento en los asientos traseros.
Ni siquiera me sorprende la pregunta, no es la primera vez e intuyo que tampoco será la última.
Chica joven con un bebé sola en un pueblo helado de Noruega, ¿qué esperas?
Un suspiro se escapa de mis labios replanteándome por décima vez si esto ha sido una buena idea. Un pequeño gemido se escapa de los labios de Jacob y me saca de mis pensamientos.
Pues claro que merece la pena.
— ¿A dónde se dirige? — El taxista que había estado guardando todo en el maletero y encendiendo el coche para salir del aeropuerto, pregunta echando una mirada a través del espejo retrovisor.
— Al hotel Galaxy.
Durante el camino me dedico a mirar por la ventana, el paisaje está cubierto por nieve y las carreteras apenas se pueden recorrer.
— Estos días han dado tormenta de nieve, tenga cuidado al salir. — Advierte.
Asiento brevemente y pago lo correspondiente con mi tarjeta de crédito.
Cuidado es una palabra que llevo mucho sin escuchar.
El taxi se va y me deja delante de un pequeño hotel muy pintoresco, al que no tardo en entrar para evitar el frío que hace fuera, aunque tengo que dar dos viajes para entrar con la maleta y el carro del bebé.
Una vez dentro desplego el carro y pongo a Jacob en su sillita bien atado, por si le da por intentar moverse demasiado.
Lleva el primer pijama de invierno que le compré cuando me enteré de que estaba embarazada. El recuerdo me deja un sabor agridulce en los labios, nadie se merece vivir una de las ilusiones más grandes de la vida sin nadie que le sujete la mano.
La sala es pequeña, tiene un mostrador con varios folletos de publicidad, todo está pintado de azul marino aunque parece un poco desgastado. A un lado del mostrador hay un pasillo oscuro y diría que hasta tenebroso.
—¡Bienvenida! — Una chica con un gorrito de lana rosa asoma por la puerta tras el mostrador y nos mira con curiosidad.
¿Cuántos turistas puede recibir un pueblo de Noruega en invierno? Seguramente pocos.
— Hola, tenía una reserva a nombre de Lili, para una noche.
No hay ordenador así que busca mi nombre en un gran libro y tarda poco tiempo en encontrarlo. El edificio solo tiene dos plantas por lo que el número de habitaciones debe ser bastante reducido.
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El riesgo de los Meyer
Romance¿Qué posibilidades hay de quedar encerrada en un hotel con un médico gruñón y un bebé recién nacido? Lili nunca ha tenido una vida llena de amor y cariño familiar, pero desde que nació Jacob se propuso que fuese el niño más querido del mundo. Sólo h...