Capitulo 1

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El chico se encontraba parado al borde del abismo pensativo. Aquel chico de cabellos marrones y ondulados le daba un último sorbo a su bebida antes de tirar la botella y tirarse a él mismo.

Se sentía aliviado al saber que todas sus preocupaciones se iban, cerro los ojos al caer, pero los abrió al sentir la brisa del invierno recorriendo su cuerpo, sentía que estaba volando.

Se sentía vivo.
Se sentía libre.

Cada vez se acercaba más al agua, su sonrisa se ensanchó al ver unas piedras que golpearon su cabeza.

Alexander callo.
Cayó al agua...
Y despertó.
Despertó del hospital.

Su padre de mirada estricta no estaba contento con la situación, su madre de mirada estricta deseaba que ese chico estuviera muerto, a su lado derecho se encontraban sus primos y tía que lo veían con alivio al ver que estaba vivo y delante de él se encontraba la razón por la que sigue con vida, su mejor amigo Damián, con los ojos cristalinos y rojizos por haber llorado se acercó a Alexander para abrazarlo.

Alexander suspiro por hacer llorar a ese chico tan dulce y amable que lo quería y cuidaba tanto, miro al chico mostrándole una leve sonrisa indicando que todo estaba bien, Damián sonrió igualmente aliviado limpiándose las pocas lágrimas que le quedaban en el rostro.

Alexander pasó cuatro meses en el hospital.

Durante esas cuatro semanas las únicas visitas que tuvo fueron de sus primos los cuales lo visitaban dos veces por semanas, en las cuales se sentía muy feliz, saber cómo les estaba llendo a aquellas personas que amaba tanto hasta el punto de considerarlos sus hermanos lo hacía sentir feliz, pero lo que lo ponía aún más feliz eran las visitas que tenía todos los días de su mejor amigo, escuchar todos los días las historias que le contaba Damián lo hacía sentir feliz, las visitas que tenía lo hacían feliz, saber que se preocupaban por el y como la pasaban lo hacían sentir...

Lo hacían sentir feliz.
Lo hacían sentir amado.
Sentía que sin importar que tenía personas que se preocupaban por él.

El 31 de julio Alexander salió del hospital volviendo a su casa, esa casa donde solo lo esperaba el sufrimiento, un sufrimiento que llevaba aguantando desde que tenía memoria.

En el primer piso la misma escena de siempre se repite, su padre tomando alcohol como si de eso dependiera su vida, mientras que su madre cocinaba algo que olía delicioso, algo que él jamás podría probar, desde los 10 años se dio cuenta que si él no se empezaba a cuidar moriría pronto, así que empezó a cocinar, lo único bueno que hicieron sus padres fue dejarlo estudiar, aunque no con eso son buenos padres.

-me voy-menciono el chico para luego salir de su casa bastante aliviado de que no le hayan hecho nada.

Camino hacia la Universidad donde estudiaba encontrando a su amigo sentado en su lugar mientras le dedicaba una dulce sonrisa, un leve sonrojo se posó en sus mejillas, odiaba ponerse así por el que era su mejor amigo, sacudió su cabeza intentando alejar esos pensamientos de su mente.

Suspiro y se acercó a Damián sentándose a su lado.

-¡hola!-el tono de Damián jamás cambiaba, es uno muy alegre que hacía a cualquiera sonreir

-hola-por otro lado el tono de Alexander era uno tranquilo y pausado que hacía a cualquiera dormir-¿como estas?-

-bien ¿y tú?-preguntó Damián-bastante alegre cosa que jamás cambiaba

-bien igual-esa sonrisa de Damián era tan contagiosa que Alexander no pudo evitar sonreír-¿cómo pasaste estas semanas sin mi?-pregunto bastante curioso por la respuesta del contrario

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