Debería existir una ciencia del descontento. Una chica necesita tiempos difíciles y de opresión para desarrollar instinto guerrero.
De «Frases escogidas de Diomedes», por la Sacerdotisa Leah.
Da la impresión de que lleva un rato observándolos.
—Vete a la cama, Meda, yo cuidaré de él —le dice.
—Amin, sobre lo que te dije ayer de huir...
—Lo sé, no tienes que explicarme nada.
En medio de la oscuridad invernal del planeta Marduk Meda ve las barras de pan sobre la encimera a la pálida luz de una lámpara de la calle, así como las sombras verdes bajo sus ojos. ¿Habrá dormido algo?
Seguro que no mucho. Piensa en cómo había aceptado huir con ella ayer, en cómo dio un paso adelante para proteger a Murphy, en lo dispuesto que estaba a darlo todo por Meda, con lo poco que ella le daba a cambio. Haga lo que haga la chica, siempre sale alguien herido.
—Amin...
—No te preocupes, vete a la cama, ¿vale?
Meda sube la escalera a tientas hasta el harem, se arrastra bajo las sábanas y se queda dormida en un segundo. En cierto momento, el jinete que monta su caballo blanco, a la orilla de la laguna y porta una corona de doce estrellas en la cabeza entra en sus sueños. Se baja de su caballo y la persigue, la sujeta en el suelo y saca una espada para cortarle la cara. La hoja se le hunde en la mejilla y le abre una raja profunda. Entonces el jinete blanco empieza a transformarse, se le alarga la cara hasta convertirse en el hocico del carnero Moloch, sus piernas se transforman en pezuñas de cabra y sus manos desaparecen y se convierten en garras, aunque los ojos permanecen iguales. Tras unos gruñidos este se convierte en una mutación de Meda, en la creación religiosa de Babilonia con aspecto de carnero que la aterroriza. Echa la cabeza atrás y deja escapar un espeso y espeluznante líquido blanco, que unos murvellus ansorven y la pican con estos.
El jinete blanco empieza a lamer la sangre que sale de su herida, y cada lametón hace que le duele más la cara. Deja escapar un grito ahogado y se despierta sobresaltada, sudorosa y estremecida. Meda se lleva la mano a la mejilla herida y se recuerda que no fue aquel jinete blanco, sino Jirania Kashipú, el que lo hizo. Ojalá estuviera aquí Amin para abrazarla; entonces Meda recuerda que no debería desear eso nunca más, que ha elegido a Murphy y la rebelión, y que la idea de vivir con Amin era de Babilonia, no suya.
Le ha bajado la inflamación del ojo y ya puede abrirlo un poco. Corre las cortinas y comprueba que la tormenta de nieve se ha convertido en una ventisca en toda regla. De seguro fue Serbal quien metió la vaca sagrada a la casa porque ya no esta en el patio tracero. Sólo se ve una capa blanca y los aullidos del viento, que tienen un parecido asombroso con los de las mutaciones.
La chica da la bienvenida a la ventisca, con sus vientos feroces y su nieve en el aire. Puede que baste para mantener lejos de su puerta a los verdaderos lobos adapas, es decir, a los guardias de la luz. Unos cuantos días para pensar, para preparar un plan, con Murphy, Amin y Diomedes a mano. Esta ventisca es un regalo por parte de Eme.
De todos modos, antes de bajar para enfrentarse a su nueva vida, Meda se toma unos instantes para obligarse a ser consciente de lo que significará.
Hace menos de un día estaba lista para perderse en las estrellas como Bella con sus seres queridos en pleno invierno y para la posibilidad, muy real, de que Babilonia los persiguiese. Una empresa poco segura, como mínimo. Sin embargo, Meda se esta metiendo en algo aún más arriesgado: luchar contra Babilonia supondrá una represalia inmediata. Tiene que aceptar que pueden detenerla en cualquier momento, que alguien llamará a la puerta, como anoche, y un grupo de guardias entrará a por la diosa Meda. Que quizá la torturen, la mutilen o le metan un laser infernal en la cabeza en plena plaza del pueblo, si, al ser la nieta del emperador del sistema planetario es lo bastante afortunada para morir tan deprisa. Babilonia cuenta con un repertorio infinito de asesinatos creativos. Meda se imagina todo eso y esta aterrada, pero, hay que afrontarlo, es algo que siempre ha tenido en la cabeza, aunque en segundo plano. Es una ofrenda en la Carrera; El emperador la ha amenazado; le han dado un latigazo en la cara; ya es un objetivo.
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La carrera de la muerte 2
JugendliteraturEstá la primera parte en la que he estado trabajando, en ella cuento como para demostrar su poder, el régimen del estado totalitario de Tiamat se organiza cada año el rito religioso llamado "La carrera de la muerte" en honor del dios Vucub-Camé. En...