Capítulo único.

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La puerta de madera libera un sonido agudo

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La puerta de madera libera un sonido agudo. El viento entra por la ventana, empujándola.

El chirrido llega a oídos de Christopher, a quién despierta, luego de un largo sueño nocturno. Sin embargo, él no se siente así.

Él no se siente despierto.

A pesar de que sus ojos están abiertos y lentamente parpadeantes no distingue la realidad tangible del mundo de los sueños.

Su pupila tiesa como un tronco de árbol; se enfoca, únicamente, en la sombra de la mesa de noche que amuebla su habitación.

La sombra se amplió conforme transcurrió mayor tiempo enfocando, las pupilas negras de sus ojos se fundieron en la sábana penumbrosa. La imágenes borrosas se transformaron en una realidad alterna.

Una surrealidad.

Ramas secas de árbol le dieron la bienvenida a un bosque tenebroso, los caminos se desdibujaban así como su silueta en la depresiva marcha que daba a un destino incierto.

Cuervos chillaban espantados ante su presencia y mariposas negras se posaban sobre sus hombros, sangre brotaba como sabila en los árboles y el cielo era un agujero negro, aún así sus pies tenían la voluntad de avanzar.

Pronto, se encontró frente a un pantano. Viscoso y de olor asqueroso. Él parecía no percibir aquello repulsivo.

Las aguas oscuras se revolvieron en un compás armonioso anunciando un ser viviente dentro de ellas, tal vez, un animal. Pero, no fue así, una silueta femenina emergió de la profundidad. Cubierta de lodo, de pies a cabeza.

Ella fue atrevida y estiró su mano para acariciar lentamente la mejilla de Christopher, quién hipnotizado la observaba. Él, en su confundida conciencia, esperaba sentir la humedad de aquella tierra pastosa en la piel de su rostro.

El lodo se desprendió de las palmas de la mujer sin dejar huella o rastro. Una piel tan blanca relució en contraste con la oscuridad. Pequeñas facciones de su rostro se notaron y unos ojos color fuego, lo miraron directamente. Ella tomó ambas mejillas del hombre frente a ella y acercó su cara a la suya, tan, pero, tan cerca que parecían a punto de besarse.

Una risilla cínica soltó y esto fue lo único que dijo: —Christopher, tú, vas a llegar, espera un poco. No te desesperes.

Christopher trató de abrir la boca, mas fue interrumpido, la mujer blanca le dió un fuerte apretón a sus mejillas para soltar, abruptamente su cara, y abrazar su espalda con fuerza. De tal manera, que su peso produjo que ambos cayeran en las profundidades del lago cenagoso.

Christopher sintió como el lodo penetró su nariz y boca, como su pecho se oprimía y como ansiaba urgentemente un pequeño respiro, su cuerpo se movía freneticamente en busca de una salida que nunca encontró, hasta que, en un momento, todo desastre y desorden paró, todo movimiento tuvo su fin y su cuerpo solo se endureció.

Máweth: El beso de la muerte [Spin-off]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora