Capítulo 16: La catástrofe de un sentimiento.

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Levanté la mano lentamente y acaricié su mejilla.

- ¡Hola! –Exclamó Nairobis, apareciendo inesperadamente.

Le quité la mirada a Antonio y agaché la cara. Ambos estábamos enrojecidos.

- Lamentamos interrumpir –añadió Mónica–, pero no había otro lugar para sentarnos.

Mis amigas se sentaron con nosotros. Antonio se apartó disimuladamente y fingimos que no había pasado nada, actuábamos como los sospechosos de un asalto.

- Buenos días –las saludé, haciéndole un ademán de desilusión–. Bienvenidas al mágico mundo de Disney.

- Solo faltan los siete enanitos para sodomizarlos –satirizó Mónica con graciosidad–. Yo empiezo por Pedro.

- ¿Quién es Pedro? –Arrojó Nairobis, pensativamente.

- ¿Estás hablando de los siete enanitos o de los discípulos de Jesucristo? –Le pregunté mientras reía.

- ¡JAJAJAJAJA! –Se carcajeó Antonio–. ¿Qué tiene que ver Jesucristo con Disney?

- Lo mismo me pregunto yo –zumbó Mónica con buen humor.

- ¿Cómo han estado? –Les preguntó Antonio.

- ¡Yo muy bien! –Respondió Nairobis animosamente.

- Yo igual que todos los días, muerta en vida –chasqueó Mónica, colocando su mochila debajo de la mesa–. Cada despertar de mi vida es como si me entrara mierda en la vagina.

- Amiga, nos urge una salidita con Pablo Escobar –le dije con un tono burlón.

- Lo sé –asintió, fingiendo que se limpiaba las lágrimas.

Entre tanto ruido que había en el salón, Antonio y yo compartíamos silenciosas miradas con intensiones escandalosas.

- ¿Y qué hay de ti? –Le pregunté a Antonio en voz baja.

Antonio miró mis labios y luego elevó la mirada hacia mis ojos.

- No mucho, ya sabes... Mi vida es muy aburrida, ¿Y qué hay de ti? –Inquirió.

Guardé un silencio pensativo. No iba a decirle que llevaba diez noches pensando en él.

- Estudiar –contesté cortantemente–. Y pensar en cómo salir de mi bloqueo de autor...

- ¿Por qué el bloqueo? –Preguntó con curiosidad.

- Tengo casi tres años sin escribir –le respondí afligidamente–, quisiera volver a hacerlo como en los viejos tiempos.

- Wow –dijo, asombrado–, mucho tiempo, pero, ¿Sabes algo? Tu hermoso talento todavía está ahí –murmuró, señalando mi corazón con su dedo.

- Gracias –mascullé tiernamente–, honestamente, en ocasiones siento que no podré volver a escribir, parece que jamás escribiré un libro de nuevo.

- ¿Por qué dices eso? –Arrojó con angustia–. No digas eso.

- Ya no veo al escritor que era antes –resoplé–. Es extraño, me desconozco bastante, creo que mi pasión ya no es escribir. Es momento de buscar otro talento porque el de escribir se me terminó.

Mis ojos se enrojecieron mientras mi voz se entrecortaba. Estaba conteniendo las lágrimas.

- Michael –reconsideró con un tono de voz suave–, yo confío en ti, y no me cansaré de decirlo una y otra vez. Ha sido un año difícil para ti, nadie puede encontrar inspiración cuando lo único que siente es estrés y presión –Antonio se expresaba como un príncipe azul–. Estudias dos carreras complicadas y muy diferentes una de la otra, además no sé cómo es la convivencia en tu hogar, nuestro tipo de ánimo está influido por la calidad de vida que llevamos con la familia. De hecho –añadió con empatía–, nunca creas que es tarde para volver a empezar, estoy seguro que algún día estarás escribiendo sobre las experiencias que hoy te faltan por vivir, no es el fin del mundo –Antonio acariciaba mi cabello con cariño–. Te prometo que pronto vivirás algo tan inspirador que te hará escribir de lo inimaginable, y sé que cuando ese día llegue, estaré orgulloso de que lo hayas logrado... ¿Y por qué no? Juro que cuando lances algún próximo libro, yo seré el primero en leerlo. Imagínate un futuro donde estemos hablando de ese libro que todavía no has empezado a escribir, te llevará muy lejos, pero siempre recordarás este día y regresarás al pasado para verme y volver a tener esta conversación. Nunca lo olvides.

22 NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora