Capítulo 39: Dr. Michael.

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  Estaba sumergido en la profundidad del sueño cuando de pronto escuché la voz de alguien llamando mi nombre.

- ¡Michael! –Gritaba mi madre, moviendo mis pies–. ¡Despierta! ¿De dónde salieron estos gatos?

Abrí los ojos y me levanté de un impulso.

- Mamá, ¿No ves que estoy durmiendo?

- Ya es tarde y debes ir al hospital –amonestó–, respóndeme Michael Jericco, ¿De dónde sacaste estos gatos?

Los gatos estaban durmiendo en mi cama.

- Jajajajaja, mamá, los rescaté de un basurero –le dije mientras me ponía de pie, me estiré y di un gran bostezo–. Tú habrías hecho lo mismo que yo, así que no pelees conmigo.

- ¿Y ahora te la pasas en basureros? –Ironizó ella–. ¿En qué momento los trajiste a casa? Anoche te vi leyendo alrededor de las 10, es raro que de la nada me digas lo sacaste de un basurero. ¿A dónde fuiste anoche?

- Salí a caminar –le respondí sin decirle más–. ¿No están lindos?

Mi mamá estaba acariciando los gatos, no podía ocultar la ternura hacia ellos.

- ¿A caminar bajo la lluvia como en las películas de drama? –Bromeó, cruzándose de brazos.

- Sí, mamá, sí quieres saber el nombre de la película se llama veintidós noches. ¿Querrás verla?

- Michael, hablo en serio –repitió–. ¿A dónde fuiste anoche?

Hice un silencio incómodo.

- Salí a caminar porque no tenía sueño, no fui muy lejos. Fui con la sombrilla por si te lo preguntas, no te preocupes porque no me voy a enfermar.

Mi mamá me miró, confundida.

- ¿Estás viéndote con alguien a escondidas?

- No, mamá, jajajajaja, no me estoy viendo con nadie. ¡Ojalá!

- Michael –dijo mi mamá, observándome con preocupación–, no quiero ni creer que estás en cosas malas. El hecho de que te pongas nervioso cuando te pregunto a dónde fuiste en la noche, es raro.

- ¡Mamá! –Gruñí, caminando hacia la puerta–. No estoy en drogas y tampoco estoy yendo a ver prostitutas, sabes que detesto el alcohol y ni siquiera tengo amigos en la ciudad. Las únicas personas a las que veo son a mis compañeras de clases, Mónica y Nairobis, no todos los días pero es la gente más cercana a mí.

Miré a mi madre desesperadamente, dándome la vuelta desde la puerta.

- ¡Michael! –Rezongó mi madre sentada en mi cama–. Confío en ti, pero solo te digo que tengas mucho cuidado porque tú más que nadie sabe lo peligroso que es el sitio donde vivimos. Es inevitable no preocuparme por ti.

- ¿Acaso puede ser la calle más peligrosa que aquí dentro? –Repliqué con sarcasmo.

- Mejor dime cómo encontraste estos gatos –habló mi mamá, eludiendo el tema.

- Iba por la acera y me encontré un callejón donde estaban los gatitos llorando –le conté–, cuando los vi me acordé de Salem y no podía dejarlos ahí en la oscuridad bajo la lluvia. Sobre todo en ese apestoso basurero.

- Vivi ya los conoció y les encantó, tienes suerte que no es la primera vez que rescatamos un animalito de la calle.

- Oh, ¿Cómo los conoció sí ella se fue temprano a la escuela? –Le pregunté, apoyado en la puerta.

22 NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora