Capítulo 44: La sanguijuela de mi juventud.

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  Tenía muchos flashbacks de cuando era niño, recordaba cuando mi padre arrastraba a mi madre del cabello mientras yo lloraba en la esquina de mi habitación. Me perturbaba pensar en eso la mayor parte del tiempo, parecía que mi niño interior todavía se manifestaba dentro de mí. Vivir en la casa donde crecí era un suplicio, los cambios de ánimo me acribillaban con innumerables altibajos emociones. Me sentía culpable cuando experimentaba felicidad y alegría por algo, ningún sentimiento valía la pena mientras todavía viviera en la cueva del monstruo. Intentaba mantener el equilibro, pero terminaba cayendo al vacío con todas esas lágrimas que derramaba al sobrepensar. No quería perder las esperanzas, pero nuevamente me estaba bloqueando y no hallaba un lugar seguro para resguardarme. Mi mayor miedo era perder mi juventud siendo infeliz, así como perdí mi niñez y mi adolescencia siendo el reo favorito de los verdugos. Mi único delito fue creer que por primera vez podría sentirme como un ser humano.

Me distraía viendo imágenes de paisajes naturales y ciudades encantadoras para olvidarme del hueco en el que vivía, parecía imposible creer que habría algún día en el que estuviera conociendo lugares maravillosos, no conocía nada más que el retrasado y feo pueblo en el que nací. En verdad soñaba con huir de ahí, deseaba libertad, felicidad y seguridad. Por eso no paraba de trabajar al estudiar mis dos carreras, escribir libros y abrir nuevos caminos con mi audiolibro. Sabía que para hacerlo realidad debía seguir trabajando por ello, porque nada llega solo sino lo materializas.

El primer día de noviembre fue difícil, el monstruo de mi padre no me permitía estudiar, siempre que me veía haciendo las tareas de la universidad se encargaba de hacer ruido para distraerme, así que... ¿Con qué motivación estudiaría cuando tampoco me daban el derecho de hacerlo? Debía detener mis planes porque no hallaba la paz que tanto necesitaba para concentrarme, no eran temas fáciles y sencillos como los de la secundaria, eran complejos y algunos inentendibles, para ingeniería tenía que practicar docenas de ejercicios de física, topografía y cálculo diferencial., no obstante, para medicina debía leer varios libros de bioquímica, fisiología, patología, anatomía y microbiología; posteriormente, debía escribir resúmenes y estudiar para retener tanta información aferente. Simplemente, tenía la soga en el cuello.

Mi padre no me permitía utilizar el escritorio para realizar mis trabajos de la universidad, tampoco me tenía permitido encender la computadora de mesa, por lo que me veía en la obligación de usar la vieja laptop que estaba desarmándose, la misma que yo utilizaba para escribir mis libros, con el mayor riesgo de que se apagara y perdiera para siempre lo que con mucho esfuerzo escribía. Estoy exhausto de siempre hablar sobre mi agresor, pero es esa maldita sanguijuela la que está alimentándose de mi vitalidad y mi juventud. El monstruo que se hace llamar mi padre llegó al máximo nivel de idiotez al intentar competir conmigo, dado a que en su juventud únicamente se entregó al alcohol, al cigarrillo y quizá a las drogas, se dio la oportunidad de empezar una carrera universitaria a sus casi 50 años. Yo no era el único afectado con la universidad, sino también mi hermana a la que privaba de recursos para poder hacer sus correspondientes estudios y tareas de la secundaria. .

Él ha llegado a cortar los cables del internet con la intención de evitar que tengamos una comunicación con el exterior, ha destruido televisores enteros para demostrar el poder de ser un castigador de la vida, ha dañado teléfonos y otros medios para que ninguno tengamos entretenimiento. La mayor parte de las veces debía irme a la calle a estudiar porque llegaba ebrio, violento o hablaba en voz alta para desconcentrarme, incluso, lanzaba mis libros de medicina al piso para patearlos. Sí yo intervenía, mi padre me echaba de la casa como lo había hecho anteriormente, por lo tanto debía quedarme callado y de brazos cruzados sin tener a dónde ir.

Cerré mis libros y detuve mis proyectos, no podía trabajar con tanto ruido en mi mente. 

22 NOCHESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora