Alrededor del mediodía me preparé y salí de mi casa para ir a la de Antonio, tenía muchos nervios, pero iba con la intención de declararle lo que sentía y finalmente alejarme. Solía hacerme el fuerte cuando hablaba sobre él con otras personas, podré engañar al resto pero nunca a mí mismo, llegué al punto de desconocerme por las cosas que sentía hacia él, ¿En dónde estaba mi dignidad? Esto era un maldito desastre, no tenía sentido enamorarme de lo peor que me había pasado en la vida. Intentaba no sentir miedo por lo que iba a decirle, pero era imposible, mi valentía se había convertido en un desafío.
Era un día caluroso y despejado, el sofocante calor derretía mi protector solar sobre mi piel haciéndome parecer a un fantasma. Tenía un short negro y una camisa blanca de manga larga, un par de zapatos cómodos, mis gafas de sol y un moderno sombrero negro. El barrio de Antonio parecía que estuviera poblado por zombis y vampiros, me aterraba la soledad desterrada en ruinas de casas destruidas y abandonadas, sentía que en algún momento saldría alguien para secuestrarme, torturarme y asesinarme.
Antonio dijo que me esperaría en una de las calles principales, pero no lo veía, comenzaba a asustarme porque apenas conocía el camino de la universidad hasta mi casa. De repente, una llamada entrante sonó en mi teléfono, primero miré a mi alrededor y saqué el celular de mi bolsillo, sentí un alivio al ver que era Antonio.
- La inseguridad aquí es abrumadora –dije al contestarle la llamada–, siento que estoy en Afganistán. ¿Dónde estás?
Me quité las gafas y las dejé colgando en el cuello de mi camisa.
- Gira hacia atrás –indicó.
Me di la vuelta y lo vi parado detrás de mí, el silencio me provocó besarlo. Es imposible decir que ese hombre no es perfecto, al menos lo era físicamente. Tenía una camiseta negra que le quedaba enorme, pero se veía precioso.
- Ya te vi –satiricé, colgando la llamada.
Él caminó hacia mí y me abrazó.
- ¿Cómo estás? –Preguntó.
- Mejor –respondí, sintiéndome como el más hipócrita del mundo.
- ¿Sí? –Arrojó.
- Sí –repliqué, poniéndome nervioso. O sea, me refiero a que estaba perdido en este lugar y pensé que aparecería un cazador de brujas.
- Soy el cazador de brujas –añadió.
- Entonces, ¿Yo soy la bruja? –Me reí, metiendo mi teléfono en el bolsillo de mi camisa.
- Pues, te gusta la brujería –repuso.
- Tienes razón –convine.
- ¿Te gusta el jugo de lechosa? –Interrogo repentinamente.
«La detesto» respondí en mi cabeza.
- ¿Por qué? –Contesté mientras caminábamos despacio.
- Tienes cara de que no te gusta –supuso.
- ¿Por qué lo preguntas? –Repetí con humor.
- Mi abuela hizo un jugo para ti –respondió–, me pidió que te pregunta sí te gustaba.
Levanté el rostro, dedicándole una mirada errante.
- Es un lindo detalle de tu abuela –titubeé–, es una persona muy dulce. Por supuesto que me encantaría probarlo.
Tuve un mal presagio, por primera vez sentí miedo de perderlo aunque nunca fue mío. No paraba de pensar en cómo reaccionaría después de que le confesara lo que sentía.
ESTÁS LEYENDO
22 NOCHES
Novela JuvenilMichael Dantés, regresa a la literatura con uno de sus libros más traumáticos y reveladores. "22 Noches", una obra autobiográfica escrita en la soledad del insomnio, el desamor y la depresión, narra la travesía del autor al enfrentar sus miedos desd...