La señora se suelta

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Desde aquella experiencia del masaje indecente, te habías vuelto mucho más zorrita y juguetona, tu cuerpo te pedía más. Te gustaba ser observada, que se recreasen mirándote pero aun te costaba soltarte fuera de tu matrimonio. Nando tu marido, te seguía provocando y buscando mil maneras de llevarte a ese deseo irrefrenable, a esa lujuria desmedida.
Tu ropa era cada vez más provocadora, tu lencería más atrevida y todo ese cambio implicaba compras, que hacíais los dos; disfrutando de cada momento e intentando ponerle algo de sal y pimienta a esas salidas. Te encantaba exhibirte y dejar las cortinas medio abiertas para poder ser contemplada por maridos aburridos, escandalizar a las señoras recatadas, vamos dejar que la zorrita que tienes dentro jugase a su antojo. No siempre salía como querías, pero de una manera u otra intentabais disfrutarlo a tope. Aquella tarde se os hizo más tarde que de costumbre, quizás porque era un puente, quizás porque habéis conseguido quedaros a solas, pero el resultado es que estabais todavía en la tienda y casi esta a punto de cerrar. Tu maldad se fue un paso más allá, y la zorrita se convirtió en ladrona, metiéndote un par de tangas divinas dentro de tu pantalón.
Fuiste hacia el mostrador a pagar la camiseta que llevabas en la mano, mientras el encargado dejaba la persiana a medio bajar, Nando le daba su tarjeta a la dependienta.
-         Señora, no se lleva nada más? Pregunto el encargado volviendo hacia el mostrador.
-         Eso será todo, contesto Nando.
Nando te miro sorprendido, el obviamente no había visto tu pequeño delito, por lo que estaba bastante descolocado.
Casi fue dicho y hecho, el encargado volvía con un seguridad, un escalofrió recorrió tu cuerpo. Nunca en tu vida habías robado, y estaba claro que no lo hacías por el dinero, había sido tan solo una pequeña travesura de niña pequeña. Tu marido te miraba con cierta incredulidad y algo de enfado, la dependienta creo que aún no entendía que estaba ocurriendo, el encargado se acercó con paso firme seguido del seguridad.
-         Esta señora, estaba a punto de pagar, cuando le he preguntado dos veces, si llevaba algún producto más, y ella me contesto que no, cuando estoy seguro que por lo menos lleva uno más. Dijo el encargado al vigilante de seguridad.
Tu cuerpo me traiciono, te subieron los colores, tus mejillas se calentaron y tan solo evidenciaron cuanto comentaba. Tu marido te miro con desdén, y sin mediar palabra se hizo a un lado.
-         Señora no queremos tener que avisar a la policía, le ruego que se baje los pantalones.
La frase cayó como un jarro de agua fria, la dependienta se tapaba los ojos, tu marido te miraba con cara de pero que habrá hecho, y tú no podías ni hablar de la vergüenza.
Miraste a Nando pidiendo ayuda, pero su mirada no te la dio, dejo caer con sus ojos un “Tu sabras”
Tu cuerpo parecía arder en llamas, tus mejillas aún estaban más rojas, tus brazos, tus piernas, todo tu cuerpo era recorrido por un calor inusual. Cerrando los ojos desabrochaste tu cinturón y bajaste la cremallera, no habías a penas empezado a bajarlos cuando la primera tanga cayo hasta el suelo.
-         Perdóneme Caballero pero es el procedimiento, debemos regístrala, levantar acta, lo habitual. 
-         ¿Cariño tienes algo más? Te pregunto Nando
No contestaste, tan solo asentiste, estabas tan avergonzada.
-         Puede pasar al probador y la registra allí, y nos olvidamos de actas y policía? Le dijo Nando al de seguridad.
-         Si no le importa que sea un hombre quien la registre, podemos hacerlo así. Contesto mientras ya comenzaba su inspección aunque fuese con tan solo con sus ojos.
-         Para ser sinceros prefiero que se quede en un registro, a que tengamos que ir a comisaria. Contesto Nando.
Para poder quitarte los pantalones inevitablemente debías darle la espalda, y poner tu culo en pompa hacia él, dejándole ver seguramente más allá de tu tanga, exponiendo tu culo a su profunda mirada. El pantalón se resistía a bajar por la otra tanga que habías robado, lo que no hacía más que prologar tu indecente postura. Casi estuviste a punto de pedirle ayuda, pero aún te quedaba algo de dignidad. Tras varios intentos conseguiste por fin quitártelos, y la segunda prueba aparecía, se la entregaste bajando la mirada. La culpabilidad y la vergüenza te invadían pero ya casi estaba.
-         Señora a que espera, quítese el resto.
Yo no tenía nada más, las dos tangas habían salido, que pretendía. Intentaste decírselo pero sin contemplaciones te dijo que te quitabas todo o un registro y policía. Por no empeorar la situación accediste sin rechistar. Podías notar como ese hombre te miraba mientras tú te quitabas una a una tus prendas, sus ojos casi saborearon tus pechos al quitarte la blusa, sus manos casi soban tus tetas al sacarte el sujetador, no tenías ya muy claro si esto era un registro o algo muy diferente. Estabas con tu tanga, las manos tapando tus pechos frente a él esperando que lo diese por terminado, pero no fue así.
-         Todo bien cariño, dijo Nando desde fuera del probador.
-         Parece que su amiga prefiere que terminemos en la oficina de seguridad, dijo el vicioso de seguridad mientras podía notar que disfrutaba de su momento y de mi cuerpo.
-         Es mi esposa, y estoy seguro que hará cuanto tenga que hacer para no ir a la policía, contesto tu marido.
Era una sensación extraña la que te invadía, tu desnuda frente a ese extraño completamente impotente y expuesta, mientras que tu marido sin darse cuenta te sometía más a ese guarro. Tan solo tenías que quitarte esa tanga y todo habría acabado, pero era mucho más que una simple tanga, ese tira y afloja, esa exposición indeseada, inexplicablemente te había puesto muy caliente, y si caía tu tanga con ella caía tu dignidad. No podías explicar como pero que aquel vigilante vicioso te despojara de tus prendas te había hecho mojar tu tanga. Tragaste aire, respiraste profundamente, de nuevo tuviste que girarte dándole la mejor vista de tu culo al vicioso, mientras que tus manos bajaban tu tanga, siendo consciente que la humedad que emanaba de ti pronto seria descubierta por ese macho alfa. Al girarte hacia el pudiste comprobar que no había perdido detalle y sus ojos clavados en los tuyos te hicieron entender que era muy consciente de lo caliente que estabas. Tan solo tomo el otro taburete y lo puso a tu lado indicándote que pusieses un pie. Lo miraste, te devolvió la mirada notando como entraba hasta tus pensamientos más oscuros, sabias que si colocabas un pie en eses taburete la exploración entraría en otra dimensión. Podías casi notar como sus dedos se abrirían camino entre tus labios, y aunque tu cuerpo lo pedía a gritos, tu cabeza aún conseguía controlar.
-         Parece que su esposa sigue en sus trece Caballero, dijo mirándote a pesar de ese te entiendo. Voy a abrir un poco la cortina, o le hace usted el resto de la exploración o tenemos que ir a la oficina.

Lidia, la ninfa pelirrojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora