Siempre hay una solucion

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Dylan se sumergió en la búsqueda de respuestas. Investigó libros antiguos, habló con filósofos y reflexionó durante horas en su habitación. Pero el vacío persistía, como un enigma sin solución.

Una tarde, mientras caminaba solo por la playa, encontró a un anciano sentado en una roca. El hombre tenía arrugas profundas y ojos sabios. Dylan se acercó y se sentó a su lado.

"¿Qué te preocupa, joven?", preguntó el anciano.

Dylan compartió su historia, su éxito y su vacío interior. El anciano escuchó con atención y luego sonrió.

"La respuesta está dentro de ti", dijo. "No en los títulos ni en la fama, sino en la conexión con los demás".

Dylan frunció el ceño. "¿Cómo puede una conexión llenar este vacío?"

El anciano señaló el mar. "Observa las olas. Cada una es única, pero todas están conectadas. Así es la vida. No somos islas solitarias, sino parte de un vasto océano humano".

Dylan reflexionó sobre esas palabras. Recordó momentos de alegría compartida, risas con amigos y abrazos después de los partidos. ¿Era eso lo que faltaba?

Decidió buscar a Gavi. El joven futbolista estaba en el campo, como siempre, con su sonrisa contagiosa. Dylan se acercó 

"Gavi, ¿quieres ser mi amigo?", preguntó.

Gavi rió. "¡Claro, Dylan! Pero ya éramos amigos".

Dylan sintió un nudo en la garganta. Había estado tan enfocado en los logros individuales que había olvidado la esencia del fútbol: la camaradería, la pasión compartida y la amistad.

Desde entonces, Dylan y Gavi se volvieron inseparables. Jugaron juntos, celebraron juntos y compartieron sus sueños. El vacío comenzó a desvanecerse.

No era el Balón de Oro lo que lo completaba, sino la conexión con otros corazones. Dylan aprendió que el éxito verdadero no se mide en trofeos, sino en las sonrisas que compartes en el camino.




The Boy Off The StarsWhere stories live. Discover now