DICCIONARIO ANTIOQUEÑO (Léelo antes de empezar)
* Batacazo: Golpe o sorpresa muy grande
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Emilia fue la primera en decir algo del pueblo, gritando por ver unas palomas, cuando en una de las bancas Paulina descargó los bolsos, y Jerónimo se sentó, tan agotado como ella.
Parecía que llevaran toda una vida caminando y huyendo de Jesús, y hacía tan solo unas horas que esa decisión había tomado forma. ¿Qué pasaría después?
Escaneó con la vista cada parte del parque y se maravilló, a pesar de su cansancio, en lo ameno que parecía el lugar. Menos sombrío que Belmira, y con personas más amables. ¿O era porque en su tierra natal se sentía sobrante? ¿Qué estaba en un desierto y no en el paraíso? Lo que fuera, le hizo considerar ahora, que no todo podía ser tan malo. Trataría de encontrar algo para que los tres comieran, y después a buscar algún trabajo. No podía pensar en seguir a Medellín hasta que tuviera el suficiente dinero y supiera donde se había metido su tía. Emilia y Jerónimo se merecían un lugar cómodo al que llegar, y no simplemente que ella improvisara, agotándolos todo el camino.
Los miró, y Jerónimo en ese momento le entregaba una pequeña florecita a su hermana, arrancada de un jardín del parque. La niña lo abrazaba dándole las gracias y él solo sonreía en su papel de hermano mayor. La felicidad se le contagió a ella.
Difícil hasta las lágrimas había sido tenerlo y después a Emi, y más difícil aún, saber que ellos sufrían cerca de Jesús. Pero no cambiaba por nada el tenerlos y que fueran la lucecita en su camino. Ni aunque le ofrecieran todo el oro del mundo ahora, preferiría devolverse en el tiempo para quitarse la vida en esa quebrada como fue su primer impulso, a estar ahí, en ese lugar y en esas condiciones, con sus pequeños.
Se acercó y les dio un abrazo a los dos, para después estamparles un beso en los cabellos.
—¿Qué quisieran desayunar mis dos amores?
—¡Pastel de chocolate!—gritó Emilia, pensando en uno que acaban de ver al pasar por una panadería que recién abría.
—Es muy temprano para eso, cariño.
Jerónimo la miró.
—Buñuelos—ella sonrió, y Emi también estuvo de acuerdo con él, gritando que quería uno grande y calientito.
—Eso sí es más posible. ¿Con un chocolatico caliente?—Los dos gritaron contentos—bueno, iremos a buscar los buñuelos por allí en la panadería, y después se me van a quedar aquí en el parque bien juiciosos. Tengo que buscar donde nos quedaremos por hoy. ¿Está bien?
Asintieron dispuestos a lo que ella ordenaba, aunque no sabía si le habían entendido del todo. Volvieron a colgarse los bolsos en los hombros.
El todo es que estuvieran bien los tres, y el resto no importaba.
Los llevó de la mano a ambos en busca de esos buñuelos.
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1987, Belmira Antioquia...
Aunque el embarazo de Jerónimo no fue simple para Paulina, haciendo malabares entre obedecerle a su madre, los miedos por no saber si ella sabría cuidar de ese bebé, y los asedios de Jesús, cuando el pequeño arribó la tarde del catorce de febrero de 1985 fue el primer momento más feliz de su vida. Contemplarlo en sus brazos tan pequeñito, era un tesoro que no todas las mujeres tenían. Había nacido por parto natural en el pequeño centro de salud de Belmira, a las 3:50 de la tarde, y sin su abuela o su papá cerca, pues los dos habían preferido ir a emborracharse en la cantina «Tesorito lindo» antes que ver a un niño que no querían.
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ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)
RomanceNoche. Oscura y silenciosa noche. Sin saber si con el favor de ese Dios que ella no conoce, o guiada por el diablo... Paulina se ha valido de ella para huir de su casita de campo en Belmira, Antioquia con sus dos pequeños de seis y diez años, lejos...