Noche. Oscura y silenciosa noche. Sin saber si con el favor de ese Dios que ella no conoce, o guiada por el diablo... Paulina se ha valido de ella para huir de su casita de campo en Belmira, Antioquia con sus dos pequeños de seis y diez años, lejos...
* Taparo:Trasero - nalgas / Trompada:Golpe de la boca contra el suelo - puñetazo
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Para Jerónimo no era nada extraño ser algo así como el niñero de Emilia. Aunque su mamá lo llamaba «hermano mayor». Siempre, desde que él tenía uso de razón, le había correspondido velar porque su hermanita no se quebrara el taparo al jugar en la finca; que no se metiera en la pieza de sus papás cuando Jesús les cerraba la puerta en las narices, porque si no «yo le voy a enseñar pa' qué es qué sirve un macho con un rejo»; pero más importante aún, para cuidarla de que ese mismo papá le hiciera daño. Su mamita había sido muy enfática las escasas veces que ellos se quedaban con Jesús en la casa.
—Jero, no me vaya a dejar la niña sola con ese señor. Gríteme si hace falta, pero a su hermanita que él no la toque.
Y aunque él era todavía un niño, comprendía que algo muy malo podría hacerles ese señor, y más a Emilia, por lo mucho que veía que él hacía llorar a su mamá. No se le había enfrentado porque no era capaz.
Desde que tenía conciencia Jesús Pulgarín nunca les dio amor, y solo les inspiraba miedo al llegar del pueblo. Le daba tristeza saber que su papá le sacaba lágrimas a su mamita, ¿pero que podían hacer Emi y él, salvo que él la abrazara y cuidara de que se le acercara a su hermanita?
Por eso, el quedarse en el parque con Emilia, cuidándola mientras saltaba de un lado al otro, no lo abrumó. Su hermanita era como un gatito que brincaba de un muro al otro sin lastimarse, y tampoco se iría muy lejos de su mira.
—¡Mira, Jero! Soy un pajarito como esas palomas. Yo también vuelo—y la niña movió los brazos como si fueran alas—soy como Lolita.
—Lolita no vuela, Emi. Las gallinas no saben hacerlo.
—¿Quién lo dice?—subió a una escalita y brincó de ella moviendo los brazos.
—Mamá me lo dijo una vez. Lolita es muy grande y solo pone huevos. Si la tiras de lo alto no podrá volar.
Emilia pasó por su lado corriendo, detrás de unas palomas que un señor alimentaba.
—Mamá no es una gallina. Entonces no sabe.
Y sí. Posiblemente era así. Pero sí había cosas que su mamá Paulina sabía hacer, y era darles mucho amor. A su corta edad él no tenía demasiados conocimientos, pero sabía que su mamita era la mejor de todas. Por cómo les hacía los desayunos de huevitos con arepa, por las mañanas; las caricias para despertarlos si tenían que ir al pueblo; las historias que siempre les contaba antes de dormir, donde un caballero rescataba a la princesa del dragón malo; incluso como los había consentido la vez que enfermaron de gripe, quedándose despierta al lado de sus camas, por si les subía fiebre. Paulina era la mejor mamá que ellos habrían podido desear. Pero era una mamá infeliz, por culpa de su papá. Ella intentaba ocultar la tristeza cuando estaba con ellos, pero más de una vez él la escuchó llorar por las madrugadas y poner la misma cara de espanto que ellos cuando volvía Jesús. Por eso desde esa mañana que había escapado, él se había propuesto que haría todo lo que tuviera en sus manitos para que ella se sintiera feliz y no llorara más por su papá. En los cuentos que les contaba por las noches, ya sabía que la princesa era ella, y el dragón su papá. El encontraría al caballero que la rescatara - o le ayudara a él a hacerlo - porque solito no se atrevía a enfrentarse a su papá.
Un grito de Emi en la distancia lo hizo espabilarse y levantarse de la banca donde estaba con los bolsos.
—Emilia, no corras. Mamá ya te ha dicho que te puedes caer.
Pero la niña no lo escuchó, solo feliz de que estaba por alcanzar una paloma blanca, quizás para hacerla su mascota. Hasta que en lugar de agarrar el ave, sus pies se enredaron y se dio de trompadas contra el pavimento. Jerónimo sin pensar si alguien robaría los bolsos, o como harían otros hermanos primero, riéndose de la caída; corrió hasta ella para levantarla. Lo que no esperaba era que al llegar a su altura, ya habría un hombre alzándola del suelo, vestido todo de negro, con un sombrero en la cabeza y preguntándole si se encontraba bien.
NOTA DE AUTORA:
ES VIERNEEEEEES YUPIIIII
DÍA DE ACTULIZACIÓN
QUE ETERNA SE ME HIZO ESTA SEMANA, PARA VOLVERLAS A VER
COMENTARIO Y ESTRELLITA
LAU<3
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