LUCAS - CAPÍTULO 16

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Entreabrí los ojos. Solo estaba encendida la lámpara de la mesilla y había comenzado a amanecer, pero no me había despertado por la luz. Me desperté por culpa de aquel sonido pegajoso, parecía una vaca rumiando. Estaba convencido de que era Fazio durmiendo.

Cuando ya no pude soportar más el ruido me incorporé para mirar al culpable y me quedé de piedra, igual que ellos. Fazio y Julieta se habían sentado uno al lado del otro en el sofá más grande de la habitación. Y no solo estaban sentados juntos, sino que ese sonido lo estaban provocando ellos. Julieta estaba besando a Fazio en mi cara, así, sin más. No sabía cómo reaccionar ni qué decir. Me había quedado incorporado mirándoles mientras acumulaba rabia por todo mi cuerpo.

-¡¿Me estás vacilando?! -es lo primero que solté y fui directo a Julieta- ¡TE ESTÁS LIANDO CON ÉL AQUÍ! ¡EN MI CARA! ¡¿Después de todo lo que me has hecho?!

Nekane, Celia y Stefan se habían despertado con mis gritos y miraban la situación sin saber reaccionar.

-Lucas, yo es que...

-¡Yo es que nada! ¡¿Cómo puedes ser tan egoísta de ni siquiera irte del mismo cuarto en el que estoy yo?!

Mis ojos se movieron hacia Fazio y dejé de pensar. Fui directo hacia él con la mano derecha ya preparada. En ese momento no era consciente de que Fazio me sacaba más de treinta centímetros de alto y cuarenta de ancho, con unos bíceps como mi cabeza y unas piernas de futbolista. Antes de que mi puño rozara su cara él ya lo había agarrado y me daba con su otra mano en el estómago. Me quedé sin respiración, pero pude agarrarle el cuello con mi brazo libre y le di con mi rodilla en el estómago como había hecho él conmigo. Casi ni se inmutó. Conseguí liberar mi puño y pude darle en el pómulo izquierdo con toda la fuerza que reuní en aquel instante. Fazio, más que dolerle, le cabreó aquel puñetazo y comenzó a darme por todo el cuerpo, en las costillas, en el ojo, en lo riñones, daba igual. Todo me dolía, pero seguía en pie intentando protegerme hasta que, por fin, pude darle un último puñetazo en las costillas antes de que Stefan se metiera por medio y nos separara. No dejé de mirar a Fazio en ningún momento ignorando a Julieta, que sollozaba en el sofá.

-Me voy -me zafé de la mano de Stefan y me dirigí a la puerta-.

Nadie dijo nada y dejaron que me fuese. Salí de la habitación y me quedé un segundo quieto dando la espalda a la puerta. Comenzaba a notar como el dolor me recorría el cuerpo como un papel quemándose. Empezó en las costillas, después los riñones y el pecho seguido de los hombros, brazos, barbilla, mano, pómulos y toda la cabeza. Tuve que apoyarme en la pared un momento antes de emprender mi viaje hacia el ascensor; cuando estuviese allí ya pensaría a donde ir. Avancé con el cuerpo escocido hasta que pude pulsar el botón. Me dolió la yema y todo el tendón del dedo índice ¿tanto dolía pegarse? No lo recordaba así. Me apoyé en la puerta del ascensor y casi me caigo dentro cuando este llegó. En el interior no había nadie, menos mal. Miré los números y fui directo a pulsar el menos uno, la piscina cubierta. Necesitaba agua para apagar el dolor. Me quemaba cada célula.

Salí del ascensor precipitado y me encontré de cara con un trabajador del hotel que rápidamente abrió la puerta con llave que daba a la piscina.

-¿Estoy solo? -le dije con la voz ronca.

-Sí, señor. Puedo cerrar para usted si lo desea.

-Está bien, gracias.

Entré en aquel paraíso. Todo lleno de tumbonas blancas impolutas, las paredes de mármol verde oscuro y el agua humeando de lo caliente que estaba. Por un momento todos mis males se vieron eclipsados por la emoción de meterme en aquella piscina tan apetecible. Me acerqué lentamente disfrutando cada paso, la sala estaba llena de vapor y costaba un poco ver el final de la habitación, era bastante grande. Metí mi pie derecho y en vez de enfriar el dolor lo encendió aún más. Pero era un dolor totalmente distinto y hasta agradable.

El amor no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora