Quetzal nunca conoció a su padre. Desde que tenía memoria, su vida había sido un torbellino de incertidumbre y abandono. Su madre, Alejandra, era una mujer que había trabajado arduamente como sirvienta para una familia adinerada en los Estados Unidos. Desgraciadamente, su vida cambió radicalmente cuando se involucró con su jefe, un hombre poderoso y temeroso de las consecuencias que esa relación podría traerle. Cuando el embarazo de Alejandra se hizo evidente, su jefe, utilizando toda su influencia, arregló las cosas para deportarla de regreso a México, temiendo que su vida familiar y profesional se vieran destruidas por el escándalo.Alejandra, sin recursos ni apoyo, se encontró de repente de vuelta en su país natal, un lugar que apenas reconocía después de tantos años. No tenía familia que la acogiera ni amigos a los que recurrir. Desesperada y sola, cayó en una profunda depresión que solo se profundizó con el tiempo. La llegada de Quetzal no alivió su dolor; de hecho, parecía agravar su desesperanza. Alejandra, incapaz de lidiar con su realidad, buscó consuelo en el alcohol y las drogas, que literalmente, estaban a la vuelta de la esquina en la zona en que habitaba, buscando en el olvido una salida a su sufrimiento.
Quetzal creció en un ambiente de abandono y descuido. Desde muy pequeño, aprendió a valerse por sí mismo, a buscar su comida y a cuidar de su madre cuando ella estaba demasiado ebria o drogada para cuidar de él. Pasaba la mayor parte de sus días vagando por las calles, observando a otros niños jugar y reír con sus padres, preguntándose por qué su vida no podía ser igual. A pesar de todo, Quetzal desarrolló una resiliencia sorprendente. Tenia una inteligencia asombrosa, apoyada de una privilegiada memoria. Aprendió a leer a través de libros viejos que encontraba en la basura y se educó en las calles, absorbiendo todo lo que podía sobre el mundo a su alrededor.
A medida que crecía, también creció su necesidad de entender su lugar en el mundo. Su madre, en sus raros momentos de lucidez, hablaba de un hombre poderoso en los Estados Unidos, un hombre que había destruido su vida. Su madre siempre decía que Quetzal compartía con él esos ojos grises, aunque no se lo decía como cumplido. Estas historias siempre terminaban en lágrimas y más alcohol. Quetzal quería tener una vida mejor.
Cuando apenas tenia 6 años, la situación en casa llegó a un punto de quiebre. Alejandra, consumida por sus vicios, ya no podía proporcionar ni el más mínimo cuidado. Quetzal no tenía plan ni destino, solo la certeza de que no podía seguir viviendo de esa manera.
Su vida en las calles fue dura, pero su ingenio y agilidad le permitieron sobrevivir. Robaba para comer y a veces dormía en lugares abandonados, siempre alerta a los peligros que acechaban en cada esquina. Fue en estas calles donde desarrolló sus habilidades, aprendiendo a moverse sigilosamente, a pelear cuando era necesario y a confiar en sus instintos. Estas habilidades eventualmente llamaron la atención de un grupo clandestino conocido como El Harem, una organización secreta que reclutaba niños con talento para convertirlos en espías y asesinos.
Un día, unos hombres extraños se presentaron amablemente en la puerta de su casa. Su madre, demasiado drogada para que le importara, solo veía tirada desde el suelo, como esos hombre hablaban con Quetzal. Le ofrecieron algo que nunca había tenido: un propósito y un sentido de pertenencia. El Harem tenia un método de negociación sencillo para hacerse con los niños que deseaban reclutar: empezaban ofreciendo a la familia la cantidad de dinero que desearan a cambio de llevarse al infante, asegurándoles que jamás lo volverían a ver. Siempre era lo mismo, al principio los padres se extrañaban creyendo que era una broma de mal gusto.
Después de notar que no había nada de broma en esa propuesta y, como era obvio, la mayoría de familias se negaban a esto y era ahí donde entraba la segunda opción. Los hombres se retiraban del lugar, pero esa misma noche la casa recibía una visita menos amistosa, un equipo de concubinos entraba, asesinaba a todos y cualquiera que estuviera en el hogar y secuestraban al niño.
Cuando le presentaron la primera propuesta a la madre de Quetzal ella no dudó en vender a su hijo. Frente a ella, tomaron el cuerpo del pequeño niño y le pusieron una mascara, obligándolo a inhalar un extraño gas. Su madre sólo veía la escena despreocupada, mientras tomaba del suelo el billete de solo 10 dólares que habían arrojada frente a ella. Dinero que ocuparía después para comprar mas botellas.
Cuando despertó, Quetzal no recordaba nada de lo que había pasado, estaba confundido, asustado y apenas y tenia memorias del lugar de donde venia o de su madre, memorias que nunca recuperaría, o que llegaron después fragmentadas, un efecto secundario del gas. Incluso tuvieron que recordarle su nombre. O algo así había pasado en la sala en que despertó. Un hombre con ropa que parecía de doctor estaba junto a él leyendo el expediente de donde escucho su nombre, "Quetzal Mendoza, 6 años, código de identidad: J34-9K." Dijo aquel sujeto a otro a su lado, mientras hacia anotaciones, y pasaron a la siguiente camilla, inyectando algo en la intravenosa del niño para hacerlo despertar.
Al levantar ligeramente la cabeza, vio lo que parecía ser una sala infinita, llena de camillas con niños de su edad, todos varones. A un lado, niños despiertos que parecían estar igual de confundidos que Quetzal, otros lloraban ya que no habían tenido la misma suerte de olvidar la forma en la que fueron arrancados de su hogar y otros simplemente miraban a la nada.
A su otro lado, niños que seguían dormidos esperando a ser despertados. Cuando aquel extraño suero no lograba hacerlos reaccionar, solamente colocaban una marca roja en su frente, tiraban el expediente a la basura y seguían con el siguiente.
Aunque sabía que el camino que estaba tomando era peligroso aceptó su destino con una determinación fría. Durante años, fue entrenado en combate, espionaje y supervivencia. Conociendo así al grupo al que lo asignaron, grupo con el que completaría su entrenamiento y después de pasar por tanto juntos se llamarían hermanos. Convirtiéndose en unos de los operativos más valiosos de la organización.
Además del entrenamiento físico, recibieron una muy buena educación en ciencias y cultura. Sin saberlo, el Harem los estaba preparando para complacer la mente perversa del mejor postor, una persona que estuviera dispuesta a pagar cantidades millonarias por la inocencia de un niño. Así, a sus 13 años, edad en la que acababa el entrenamiento y antes de enviarlo a su primera de muchas cacerías, en las que asesinaría a tantas personas, Quetzal conoció la depravación del ser humano. Ese fue solo el primero de muchos hombres y mujeres que tocarían su cuerpo. Destino que sufriría él, sus hermanos y todos los niños que ahora eran concubinos. Todos los jóvenes que sobrevivían al entrenamiento eran ahora maquinas de matar, todos sin excepción poseían belleza física, otro de los requisitos para llamar la atención de Harem. Con el tiempo, el Harem jugaba con sus cerebros convenciéndolos de que aquello era necesario y normal. Pero a medida que Quetzal crecía, también crecía su deseo de libertad y justicia, un deseo que finalmente lo llevó a desertar del Harem a la edad de 17 años.
Su escape no fue fácil, pero con la ayuda de aliados inesperados, incluido el Dr. Bruce Banner, Quetzal logró liberarse de las garras de la organización. Ahora, trabajando para SHIELD, Quetzal lucha para reconciliar su oscuro pasado con su deseo de hacer el bien, siempre buscando la redención y un lugar al que verdaderamente pueda llamar hogar.
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🖤🕸️ 𝐒𝐩𝐢𝐝𝐞𝐫-𝐦𝐚𝐧: 𝐻𝑒 𝐹𝑒𝑒𝓁𝓈 𝐿𝒾𝓀𝑒 𝐻𝑜𝓂𝑒 🕸️🖤 Peter Parker x Male OC / Male Reader
أدب الهواةHistoria bl. [Peter Parker (Tom Holland) x Male Oc] Universo cinematográfico de Marvel [AU] "En las calles oscuras de la ciudad y afrontando la última prueba para ser parte de los vengadores, el corazón de Peter Parker se encuentra dividido entre...