STEFAN - CAPÍTULO 19

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Aquella noche había sido un rayo de esperanza en nuestra relación, Helena cambió todo por mí. Lucas y ella se trasladaron a uno de los pisos de oficinas de su padre, rodeados de gente y sin intimidad. Aún seguían viviendo el uno al lado del otro, pero eso me costaría más cambiarlo.

Por otra parte, Daniel puso la denuncia un par de días después y, como supusimos, Luis contraatacó el día del juicio con la paliza que yo le había dado sin mencionar nada sobre el secuestro, extorsionado por Rubén, que colaboró en todo lo que le dijimos. El primer juicio se celebró dos semanas después de que Daniel pusiera la denuncia, pero el siguiente lo convocaron cinco meses más tarde. Necesitábamos tiempo para preparar una buena defensa, aunque tuviésemos todo a nuestro favor.

Daniel decidió quedar un mes antes del juicio incluyendo a Rubén en la reunión que hasta ese momento solo había participado de manera indirecta a través de mensajes y reuniones improvisadas con mi hermano y conmigo, que siempre acababa metido en todo.

Lucas y Rubén no habían vuelto a verse desde la gala y Lucas tampoco había querido hablar sobre el tema. O, al menos, conmigo. Habíamos perdido el contacto desde que Helena le propuso el cambio a la oficina y un par de normas nuevas. Solo nos vimos unas tres veces sin contar las reuniones para el juicio; que tampoco fueron tantas. Ninguno de los dos tenía interés en verse.

Estábamos reunidos en mi despacho, ya acomodado a mi gusto, lleno de cuadros y recuerdos. Miré la foto que tenía en un marco sobre mi mesa, una excursión por la montaña que hicimos hacía dos semanas. Sonreí al levantar la vista y ver que me miraba. Tenía la melena recogida en una coleta y el pelo tan ondulado y largo que parecía una cola de caballo de verdad. No llevaba maquillaje, solo un poco de vaselina en los labios y un jersey de cuello alto que realzaba su cuello de jirafa.

-Llega tarde.

-Él es así -contestó Lucas al abogado-.

Los tres se habían esparcido por los sillones que tenía al fondo del despacho. Inconscientemente yo había ido directo a mi silla y a mirar los papeles que había dejado el día anterior. Hacía meses que había conseguido la aprobación del señor Kana y un contacto que me aseguraba las paredes transparentes. Todo había salido bien en estos cuatro meses, Helena estaba contenta, yo conseguía todo lo que quería sobre el proyecto y el juicio iba viento en popa; ningún medio se había metido. Habíamos mantenido la discreción y la habían respetado.

De pronto, mi puerta tronó y el picaporte se abrió sin permiso.

-Perdón, había un atasco.

Estos cuatro meses también le habían venido bien al rubio. Según me había contado la pareja, habían encontrado trabajo los dos y habían comprado un perro salchicha al que habían llamado Rey. Su expresión había cambiado, se había vuelto más humilde.

Me saludó con una sonrisa y fue directo al grupo sentado en los sofás.

-Hola, me alegro de veros.

Tendió la mano hacia Lucas y este se levantó para saludarle.

-Yo también me alegro de verte.

Se dieron un par de palmadas en el brazo mostrando respeto mutuo y Rubén dio un paso hacia Daniel.

-Rubén -dijo con la mano extendida-.

-Yo soy Daniel -le devolvió el apretón y sonrieron-.

La última fue Helena. Se acercó a ella con cuidado y esta se levantó para darle dos besos sin ninguna expresión en la cara, estaba reprimiéndose por el bien de su juicio, pero yo sabía lo que le dolía y la de pesadillas que le provoca todo lo que él le había hecho.

El amor no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora