DÍA 3 (1/2)

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El dolor de cabeza era algo a lo que ya estaba acostumbrado

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El dolor de cabeza era algo a lo que ya estaba acostumbrado. A lo largo de su vida, había estado en muchas fiestas donde terminaba desmayado y empapado de su propio vómito —algo de lo que no estaba orgulloso— se abrazó más las cobijas.

Hecho un ovillo jaló la almohada sobrante y la abrazo. Dispuesto a dormir todo el día. Hasta que recordó dónde estaba.

Por el susto sentía su corazón quebrar su caja torácica y atravesar la piel para salir huyendo. Por mucho exagerado pero no por ello menos cierto. Esa no era su habitación.

—Buenos días, joven Anthony.

—¡¡AHH!!

De ser posible. Habría sufrido un ataque en ese momento. Su única meta fue ocultarse en las cobijas. Un gran escudo protector.

—El desayunó está servido en la mesa, no es necesario que salga de la habitación. Su acompañante vendrá a dejarle ropa limpia.

—Wilson.

—¿Qué necesita, joven Anthony?

—Jodete.

Juraba imaginar la sonrisa de Wilson aún en las penumbras. Las puertas volvieron a cerrarse y la habitación a un delicado estado de paz. Salió de entre las cobijas —no quería hacerlo, todo tenía el perfume del Conde— aún llevaba su ropa del día anterior, no había problemas.

Abrió las cortinas de la habitación. La luz natural iluminó el librero apelmazado. Diversos autores, diferentes épocas. Algunos solo siendo libretos. Cartas dirigidas al dueño de la habitación.

No recordaba muchas cosas de la noche anterior. Sólo entendía que debió caerse o dormir mal. Su espalda lo estaba matando.

—Te estoy diciendo que no recuerdo nada, Haisel

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—Te estoy diciendo que no recuerdo nada, Haisel.

La aludida comenzó a reír bajito. Ella recordaba perfectamente lo preocupado que estaba el Conde, como para no poder salir de su transmutación. La carcomían las ganas de contarle a su amigo los celos tiernos que había presenciado.

—Pero tu sí. ¿Qué sabes?

—Nada, solo sé que tú deberías dejar de tomar.

—A mí no me jodes. Habla.

Siete días: BluebonnetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora