—¿Te han dicho que pareces un cangrejo? —es habitual en Julian hostigar a los invitados con preguntas sin sentido. En esta ocasión, su víctima es Arthur Vasile.
—¿Cómo dices? —Arthur inclina la cabeza en su dirección, ceñudo.
—Por los cachetes y la calva —aclara—. Espera, un sapo mas bien. Suelo confundir a esos dos animales.
—¿Qué tiene que ver esto con mi nueva película?
—Ya debería saber, señor Vasile, que parte de la experiencia de ser invitado en este podcast, es tolerar la verborrea de mi compañero en estado de ebriedad —intervengo, sonriente y ajustando el micrófono.
—Ya veo.
—Puedo dejarlo cuando quiera —replica Julián, meneando su vaso.
—¿Vamos a hablar de mi película? —inquiere Arthur.
—¿Saliste en una película? —pregunta Julian.
—La dirigí —aclara.
—Yo sí la vi —levanto una mano—. Hablemos de ella.
—Gracias a Dios.
Al concluir la transmisión, despedimos al director, y Julian y yo abandonamos el estudio para dirigirnos a mi departamento. Decidimos ver una película mientras ayudamos a Florian con la edición del programa, por videollamada.
Me ocupo de la mayor parte del trabajo pues —aparte de ser perfeccionista— Julian está ocupado bebiendo una jarra de café para desintoxicarse y el covid limita las habilidades de Florian.
—Perdón, amigo —Julian se disculpa—. Al menos el invitado no se puso violento como el actor de la última vez. De nada, por cierto. Fue nuestro video con más views.
—Se me acabaron los M&M's —me quejo, hurgando en la envoltura vacía—. Julian, me parece que hay una máquina expendedora en el piso de abajo. ¿Crees que podrías comprarme otra bolsa?
—Frate, mis sentidos aún no han vuelto del todo a la normalidad —se aparta el cabello del rostro, al sacudir su cabeza—. ¿Tienes más café?
—Vete a la mierda.
—Ya casi terminamos, Erik —me dice Florian.
—Necesito los M&M's —le entrego la laptop a Julian, y me levanto—. Ya vuelvo.—¡Erik!
Abandono el departamento para ir a la máquina expendedora. Ya frente a ella, introduzco el billete y escojo el dulce. Pero la desgraciada se rehúsa a cooperar.
—¿Qué chingados? —tomo la máquina de ambos extremos, y comienzo a sacudirla, pero sigue sin funcionar—. ¡Dame mis chocolates! —la pateo—. ¡Zorra!
La sacudo con violencia, pero el resultado es el mismo, y termino enfadándome más, así que me limito a seguir pateándola.
—¿Necesitas ayuda?
Volteo al escuchar esa voz masculina. Un hombre alto, rubio y apuesto, vestido con traje y abrigo, me ve, parado junto a las escaleras.
—La máquina se tragó mi dinero... —me paso los dedos por el cabello, y trato de mantener la compostura.
—Oh, lo hace a menudo. Pero tiene un truco. Te enseño. —Deja su portafolios en el piso, y se acerca a la máquina. Desliza su brazo detrás de ésta, y le da un fuerte golpe que hace caer a los M&M's.
Sonrío y tomo la golosina. Él recoge el portafolios, y se alisa el cabello engominado.
—¡Muchas gracias!
—No hay de qué. No te había visto antes, por cierto. ¿Recién te mudaste?
—Sí, hace como cuatro días.
—Bienvenido —muestra una encantadora sonrisa—. Mi nombre es René —extiende la mano.
—Encantado —la estrecho. Tiene un agarre fuerte—. Soy Erik. Vivo en el 304.
—Yo en el 202, por si se te ofrece algo o vuelves a necesitar ayuda con la máquina. Fue un placer conocerte. Nos vemos —se despide, y procede a ingresar a su departamento.
Necesito averiguar más sobre él.
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El libro de los hombres coloridos
Genel KurguUna antología de historias de romance y drama, entrelazadas, donde hombres coloridos y peculiares son protagonistas.