Capítulo 49

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♡CAPÍTULO 49♡

Desde que soy madre, tengo la impresión de que siento las cosas de un modo más intenso. Las emociones se intensifican de tal manera que me siento constantemente con los sentimientos a flor de piel. Si siento amor, lo siento multiplicado, si siento tristeza, me pasa lo mismo, y si algo me emociona lo hace más que en cualquier otro momento de mi vida, y todo eso teniendo en cuenta que siempre he sido muy sentimental, pero con la revolución hormonal que se halla en mi cuerpo lo soy más aún.

De la misma manera, la decepción y la sensación de traición se sienten peor. Mucho peor.

Oír a William afirmar que hubo otra mujer durmiendo en nuestra cama escuece terriblemente en lo más profundo de mí, especialmente porque es algo que me ocultó.

–¿Por qué no me lo dijiste? –pregunto, compungida –. No lo entiendo. Me mentiste.

–No te mentí.

–Claro que lo hiciste.

–No, escucha...

Intenta acercarse a mí, pero empujo con las manos en su pecho para alejarlo.

–Claro que sí, William. Me mentiste –repito, aún sin poderme creer que esto esté pasando realmente. Estoy tan enfadada con él que incluso mi pecho duele –. ¡Lo hiciste! Me importa una mierda que tú creyeses que ya yo no estaba en tu vida, ¡me da igual! No me interesa si creíste o no que tenías vía libre para el sexo con otras, si te dije o no que no podría enfadarme porque sí, ¡lo hago! Estaba embarazada de tus hijos, pasando un maldito infierno a manos de una loca obsesionada contigo –grito con la voz quebrada, descontrolada, odiando llorar como si fuese un puñetero saco de lágrimas con patas –, y me has mentido al decirme que solo nos tuviste a nosotros en la cabeza, ya que por lo que veo tuviste el tiempo, las ganas y el ánimo en el cuerpo para meter a otra en nuestra cama para acostarte con ella sobre nuestras sábanas.

William niega con la cabeza, manteniéndose prudentemente alejado de mí luego de que lo empujase lejos hace un minuto.

Mis manos tiemblan demasiado, con mi mente imaginándose mil escenarios en los que William está con otra en nuestra habitación, rompiendo mi corazón.

–No hubo nada sexual ahí, Valerie. Nada –repite con total convicción.

Si la pared fuese de gelatina, me habría echado hacia atrás hasta hundirme en ella para desaparecer de esta conversación.

–Entonces ¿por qué lo ocultaste cuando saqué el tema en el hospital? ¿Esa es la confianza de pareja que nos tenemos? Qué decepción –alzo la voz y noto aún más el quiebre.

–Me equivoqué. Cometí un error al no hablarte de eso, lo reconozco, pero te juro que no pasó lo que estás diciendo, Val, te lo juro –repite con vehemente necesidad de ser creído –. Y no solo que no pasó, sino que tampoco lo he necesitado, no con nadie que no fueses tú. Simplemente...

Intenta tocarme y mi espalda choca con la pared huyendo de su toque.

–Ni se te ocurra tocarme ahora, William. No lo hagas.

Pero a él, viendo mi estado, le importa nada y menos mis palabras y, de todos modos, se acerca a mí e intenta coger mis manos. Le empujo otra vez, más fuerte y más lejos. Claro que, el gesto, despierta en él una reacción de incredulidad que me hace sentir absurdamente culpable al notar que le ha dolido profundamente.

ArrodilladaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora