DICCIONARIO ANTIOQUEÑO (Léelo antes de empezar)
* Rancho: Casa / Matero: Maceta que cuelga del techo con flores
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—Sin ningún problema pueden instalarse aquí, mientras me esperan.
Como una niña amedrentada, Paulina siguió al padre por los pasillos, hasta que acabaron en la cocina.
Era una casa inmensa de dos pisos, con un patio en el centro, de techos en vidrio por los que entraba la luz. Desde el segundo piso podía contemplarse el primero, por un balcón que contaba con pasamanos; y luego de dar una vuelta en redondo, comprobó que había cuatro habitaciones en el piso superior. La cocina, una moderna sin leña ni pipeta de gas como a ella le tocara desde chiquita, era en acero inoxidable y con fogones tan elegantes que pensó que sin duda sería un placer cocinar allí.
Jerónimo y Emilia entraron detrás de ella con el gato cerrando la marcha. El padre les acomodó los banquitos de una de las mesas, para que se sentaran.
—Qué vergüenza molestarlo con esto, padre—él negó con una sonrisa.
—No se preocupe, mujer. Peor hubiera sido que los hiciera marchar al parque en medio de la lluvia. Aquí podrán esperarme y cuando el agua amaine también, yo los acompaño al hogar.
—Es muy amable, señor.
Esquivó mirarlo. Porque su vergüenza y miedo no residía sólo en ponerle trabajos, sino en que no se fiaba. Le daba miedo quedarse sola con algún hombre. ¿Sería él como Jesús? Las caras bonitas muchas veces podían engañar, y aunque no lo mirara muy seguido, ese hombre era muy apuesto.
—Abel—le anunció cuando ella se hubo sentado en el banquito.
—¿Cómo dice?
Emilia se trepó a sus piernas para poder estar más cerca de la conversación, y ella la acomodó en sus rodillas.
—Ese es mi nombre. Soy el padre Abel Cardona.
—El señor de los pájaros—terminó Emilia, y vio como él le revolvía los cabellos a su hija.
—Es... un gusto conocerlo, padre.
Solo asintió y la miró con interés como si esperara algo más.
¿Tenía que decirle que era un nombre bonito o qué?
Miró sus manos, después a Emilia y cuando pudo levantar de nuevo la mirada, el padre la seguía observando.
—¿Qué?
—¿De qué?
—Me está mirando.
—Esperaba que me dijera su nombre. Sé que es la madre de Emilia y Jerónimo pero no la conozco.
—Ah. Mi nombre es Paulina Uribe.
Sonrió amable y ella sintió como el estómago se le encogiera.
—Ahora si es un gusto conocerla, Paulina—dejó de mirarla para acomodarse el reloj—yo debo ir a revestirme para la ceremonia, pero quería saber si han comido, o se les ofrece algo de beber.
—No—dijo ella.
—Sí—repuntó Jerónimo.
—Yo quiero un chocolate caliente—terminó chillando Emilia.
—¡Jero, Emilia!—los reprendió.
Parecía que vivieran con hambre a toda hora.
—Él preguntó—se quejaron los dos.
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ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)
RomanceNoche. Oscura y silenciosa noche. Sin saber si con el favor de ese Dios que ella no conoce, o guiada por el diablo... Paulina se ha valido de ella para huir de su casita de campo en Belmira, Antioquia con sus dos pequeños de seis y diez años, lejos...