DICCIONARIO ANTIOQUEÑO (Léelo antes de empezar)
* Hogao: Preparación con tomate picado, cebolla picada y cilantro, que sirve para adicionar a los patacones, arepas o empanadas / Puchero: Estirar la boca en morros como si fuese a llorar
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Cuando el chocolate hirvió y Paulina lo batió para servir, con toda la incomodidad y vergüenza del mundo, por estar en cocina ajena; la lluvia había amainado un poco y ya pasaban quince minutos de que el padre se marchara. La tarde había caído del todo y se hacía de noche, oscureciendo la casa, por lo que ella tuvo que encender las luces de la cocina.
Les entregaba los pocillos a los niños con la bebida, cuando unos pasos firmes pero muy pesados, bajaron las escaleras. Se quedó tiesa en un punto, pensando quien podría ser.
¿Jesús?
«No. Ella ya no estaba en su casita de campo ni en Belmira». Recordó.
¿El que fuera la mataría por lo que estaba haciendo? Los pasos se acercaron más, con dirección a la cocina. Paulina creyó que sí.
Un hombre mayor y regordete, también vestido de negro con pantalón y camisa, más una cinta blanca en el cuello, entró, sujetando unos papeles en mano. Emilia y Jerónimo voltearon también para verlo, pero él parecía que estaba muy concentrado con lo que leía, hasta que trastabilló por el gato atravesado en sus pies, y levantó la cabeza al sujetarse de la mesa.
La miró de lleno, luego a sus niños en la mesa, y de vuelta a ella.
«Va a matarme». Pensó. O iba a gritarla, justo como tantas veces hiciera Jesús.
El hombre dio un respingo por la sorpresa como si volviera en sí de algún pensamiento y después sonrió bonachón.
—Vaya, parece que Abel ya consiguió ayuda—se acomodó unos lentes que traía colgando del pecho, en los ojos—nos hacía falta una ayudante.
—¿Disculpe?
¿Ayudante de qué? ¿Y quién era él?
—He tenido un día muy ocupado. ¿Podrías prepararme por favor una arepita con queso y huevos con tomate y cebolla?
—Eh...
—Gracias. Vendré en veinte minutos. Una vez acabe con estos papeles.
Se encaminó de nuevo, fuera de la cocina.
¡Pero si esa no era su casa ni cocina!
—Pero, señor...
—Y a las ocho debo ir a aplicar unos santos óleos—subió las escaleras—¡Bienvenida!
Paulina solo atinó a ver a sus hijos. Tomaban el chocolate, muy contentos, pero la llegada del hombre también les había generado curiosidad.
Emilia fue la primera en hablar:
—Se parecía a Don Jorge el de la carnicería.
Y cuando ambos se miraron y estallaron en carcajadas, Pao no pudo por menos que imitarlos, cubriéndose los ojos.
Porque el carnicero de Belmira del que Emi hablaba, era tan rechonchito que parecía como si se comiera la carne en lugar de venderla. Y el hombre que acababa de irse, aunque no era tan gordo como él, sí tenía su parecido.
Al final miró por donde se había ido y pensó qué hacer. Si obedecer las órdenes de preparar esa comida, u obviarlas y después que el padre Abel le diera respuestas al señor. No le competía aquello. Esa no era su casa para disponer de la comida y demás. Pero el hombre vestía como lo hacía supuestamente un cura, entonces quizás era el compañero del padre Abel.
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ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)
RomanceNoche. Oscura y silenciosa noche. Sin saber si con el favor de ese Dios que ella no conoce, o guiada por el diablo... Paulina se ha valido de ella para huir de su casita de campo en Belmira, Antioquia con sus dos pequeños de seis y diez años, lejos...