CAPITULO 16:

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DICCIONARIO ANTIOQUEÑO (Léelo antes de empezar)

* Trapo: Paño / Caído del zarzo: Boba - tonta  / Nido de la perra: Cama donde duerme el perro - destruir todo hasta los cimientos / Plaga: Travieso

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En su vida, Pao había visto cambuches y camastros pequeños y estrechos, pero es que lo que había allí delante de ella, no podría siquiera llamársele cama. Si se acostaba en ella de milagro cabría en posición fetal. Y eso que las piernas posiblemente le quedarían colgando por fuera.

—Es una...—empezó a decir el padre.

—Es una cama para un niño—concluyó ella, volviendo la mirada a la señora mayor, que vestida toda de azul y con un trapo negro en la cabeza, parecía como un niño cuando juega a los disfraces.

La cama era prácticamente una cuna, que solo les serviría de milagro a sus dos hijos. ¿Pero para tres? Imposible.

—En efecto. Este cuarto estaba previsto para alguien con un niño o niña, pero al no tener huéspedes de ese tipo en el momento y al necesitar la habitación para la señora Aurora, se dejó la camita vacía.

El padre negó.

—Es imposible hospedar a alguien aquí, más si son tres personas.

—Lo siento, padre, pero es lo único que hay. 

El cura la observó y parecía pensar en algo.

—Habrían tres opciones con esta habitación, pero no creo que a usted le parezcan, Paulina. 

Emilia corrió a sentarse en la cama, mientras él descargaba el bolso en el suelo.

—Dígalas.

Por primera vez lo miró fijamente a los ojos y aguantó su mirada.

—Una sería que sus hijos se queden aquí a dormir. Los dos cabrían un poquito estrechos, pero tendrían donde quedarse. Y usted se iría a quedar en uno de los cuartos de la casa cural, de manera provisional.

Ella negó de inmediato.

Esos últimos años desde el nacimiento de Jero y Emi su vida había girado en torno a cuidarlos de que Jesús Pulgarín les hiciera daño, ¿para a la menor oportunidad desprenderse de ellos, dejándolos en un sitio desconocido con personas que ella no sabía si eran de fiar? Ni porque fuera la que más se había caído del zarzo.

—Eso no pasará. Descartada la opción—Abel asintió.

—Y me imagino que la segunda que es lo mismo pero en el sentido contrario, también.

—¿Qué sea yo la que me quede aquí, mientras mis hijos se quedan con usted en la casa cural? Sí. También descártela.

Porque no era solo que ella no se fiara de él como para dejar los niños a su alcance, que no era menos amedrentador, porque no sabía en serio que tan buena gente sería el padre. Sino que estaba el otro limitante, de que ninguno de los dos padres sobrevivirían un día teniendo a Jero y Emi en la casa. Ese par acababan hasta con el nido de la perra en cinco minutos.

La anciana los contempló con las manos entrelazadas al frente, mientras ellos meditaban qué hacer. Paulina contempló al padre dar vueltas por el cuarto, cual león enjaulado que piensa cómo huir.

—No hay de otra entonces. Tendremos que irnos. Mis hijos y yo tal vez podamos encontrar un hotel económico por esta noche. Se agotan los fondos pero quizás mañana encuentre un empleo. Gracias por su ayuda, señora.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora