CAPITULO 17

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PAULINA EN MULTIMEDIA

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¿Cuándo? ¿Cómo? Y ¿Dónde?

Paulina se dio la vuelta para ver al padre Abel, más perdida que Adán el día de la madre.

—¿Empleada?—inquirió él mismo a su amigo.

Luis se cubrió la boca, mirando de uno a otro.

—Creo que la acabo de cagar. ¿Tú no la contrataste como muchacha del servicio, hermano?

Abel negó.

—¿De dónde sacas eso? Paulina llegó con sus hijos esta tarde para pedirme ayuda porque escuchó del asilo que maneja la hermana Dolores. Y requerían un cuarto.

—Ay, Señor. Y yo creí...—se rascó la cabeza y tuvo su mirada en ella—pero yo te pedí ahora que hicieras mi comida y...

—¡¿Tú le dijiste qué, Luis?!

Paulina retrocedió un pasito ante la voz un poco elevada del padre Abel.

—¡Pensé que era la nueva cocinera! Me dijiste en la mañana que nos hacía falta una por tanto trabajo.

—Sí, pero Paulina no lo es. Ella se quedará con nosotros mientras encuentra un trabajo aquí en Don Matías.

El hombre la miró avergonzado.

—Perdón haberte confundido. Creí que eras la cocinera contratada—ella simplemente negó.

Un error lo cometía cualquiera.

—Aunque sí deberíamos contratarla. Lo que preparó estaba exquisito. Muchas gracias.

—Es... un placer.

Tuvo la mirada de Abel sobre sí.

—¿Sí le cocinaste?

Solo alzó los hombros como excusa.

Aunque iba a ser lógico que él la reprendería.

«No debiste abusar de su confianza, Paulina».

—Él se confundió y lo vi tan ocupado y cansado que no tuve de otra. Solo le preparé una arepa con queso y unos huevos con hogao.

—Y le quedaron de maravillas, Abel. Hasta le puso queso a mi chocolate como siempre me ha gustado. Contrátala.

—No sé si sea lo más sensato—susurró ella, y él la miró—¿O si?

¿Debería sentirse bien con esa oferta? Pues tras haber buscado un empleo durante todo el día en vano, que ese le resultara junto con el sitio para vivir, era todo un regalo. ¿Aunque de eso tan bueno si daban tanto?

—¿Te molestaría que nos planteáramos esa posibilidad?

—Pues todo el día busqué un trabajo sin éxito. ¿Qué tendría que hacer en este?

—Tendrías que...

—¡Preparar comida deliciosa!—anunció muy contento el padre Luis.

Le recordó a Emilia y sus ansias por comer.

Abel se cruzó de brazos, mirándolo.

—¿Tu es que no piensas en otra cosa que no sea la comida?

Lo vio solo alzar los hombros y Paulina aguantó las ganas de reírse. Porque cada vez se parecía más al señor que Emi le había dicho.

—Paulina, el empleo consistiría en que atiendas la casa todos los días. Asearla, lavar la ropa, hacer las compras y preparar las comidas. Por tantas ocupaciones que tenemos con la iglesia a veces no nos queda tiempo y necesitamos quien nos ayude con eso.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora