Aburrimiento y desesperación, era todo lo que sentía Ryōmen Sukuna desde que ese brujo maléfico lo convirtió en un objeto maldito, no había nada divertido que hacer en este lugar, todo era oscuro y silencioso, ni siquiera sabía cuánto tiempo había estado ahí, quizás ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses? ¿Años? ¿Siglos?, no lo sabía pero siendo sincero las 2 primeras opciones eran las que más lo inquietaban. Para un ser acostumbrado a la libertad, el confinamiento dentro del objeto maldito era una existencia insoportable. Anhelando el sabor de la carne humana, la sensación de pelear y la sensación de ser libre.
Lo único que quería era salir de ahí de una buena vez y hacer una masacre, tal vez devorar a unas cuantas mujeres y niños o tal vez pelear con algún hechicero o maldición mínimamente fuerte, como le habían dicho que habria.
Soltando un bostezo el rey de las maldiciones giro un poco la cabeza, observando una resplandeciente luz, con curiosidad y emoción Ryōmen camino hacia aquella luz, tal vez, solo tal vez sería libre de una vez por todas.
Sukuna abrió sus ojos observando el pasto verde a sus alrededores, su cuerpo fue golpeado por la suave briza del viento y la luz solar caía sobre su torso desnudo. Todo esto se sentía grandioso, increíble, fascinante, no sabía cómo describir esto, rápidamente la excitación, emoción, éxtasis y más emocionés comenzaron a invadir su cuerpo, riendo como desquiciado y gritando alegremente.
—¡HAHAHAHAHAHAHAHAHAHAHA!
-¡HAHAHAHA! ¡Soy libré! ¡He vuelto!¡Ryōmen Sukuna ha vuelto!—Festejaba en éxtasis el rey de las maldiciones con una sonrisa maniática en su rostro. Mientras su mente comenzaba a correr con pensamientos de matanza y destrucción, sus ojos se movían a su alrededor, buscando las presas más cercanas para aterrorizar y hacer sus primeras víctimas, sin embargo no encontró nada a sus alrededores, no había nada más que pasto.—¿Dónde está la gente? ¿Y las mujeres?
¿Dónde está la gente? ¿Y los hechiceros?
No veo a nadieEspero encontrarme con alguien pronto, ¡HAHAHA!