Dormir no se me da bien. La noche es la parte del día a la que más le temo. Mis pensamientos y decisiones pierden sentido, y mi cuerpo sufre las consecuencias al día siguiente.
Me esfuerzo en que mi rutina nunca se vea afectada.
Despierto a las siete, desayuno ligero, voy al gimnasio, regreso al departamento, y me cambio para ir a trabajar. En el camino, me topo con el nuevo vecino, que me saluda con efusividad. Viste de sudadera gris, abierta, camiseta blanca, y pantalones azules. Lleva una libreta roja bajo el brazo.
—¿Vas al trabajo? —pregunta, al entrar ambos al ascensor.
—Sí. ¿También tú? —respondo, sonriente.
—Sí. Trabajo en radio, así que verse bien no es la prioridad. —Ambos reímos. Tiene sentido que alguien con esa voz tan atractiva, viva de ello—. ¿Qué hay de ti? Parece que a ti sí te pagan por verte bien.
—Me gusta vestir así. Dependo mucho de mi ropa para sentirme bien conmigo mismo —río, sintiéndome tonto de inmediato al pensar en voz alta—. Trabajo en ventas...
—Oh. Estupendo.
No decimos nada el resto del recorrido, y aprovecho para escudriñarlo de reojo. Me parece apuesto. Casi de mi estatura, pero más corpulento; tés morena; ojos marrones; cabello negro, lacio, un poco largo. Mexicano, tal vez.
Nos despedimos en la salida, y tomamos rumbos distintos. Cuando llego al trabajo, la rutina aguarda por mí hasta la hora del almuerzo, el cual me salto por ser primero de mes y toca visitar la clínica.
—¡Aguarda! —exclamo, extendiendo los brazos frente a mi endocrinólogo. Hombre negro, amable y paciente, de cuarenta años, con quien tengo un crush en secreto.
—René, vamos —dice, sonriente—, literalmente hemos hecho esto por años. ¿Cómo es que aún no te acostumbras?
—No puedo... cada vez me asusta más... —respondo, cabizbajo.
—Cierra los ojos y cuenta hasta diez. No notarás cuando la aguja pase sobre ti. Respira. Eso es.
Obedezco, y al llegar a seis siento el pinchazo en el brazo, que provoca que dé un respingo y pegue un grito ahogado.
—Eso era todo —dice.
—Muchas gracias...
—¿Algún cambio? ¿Alguna molestia?
—El acné se fue.
—Sí, lo noté. Te ves bien. ¿Algo más?
—L-Libido alta... sensibilidad... Lo de siempre...
—¿Has tenido relaciones sexuales últimamente?
—No vine para que me hicieras llorar.
Ríe.
—¿Autocomplacido?
—No he tenido tiempo...
—Sólo así evitarás molestias. Luces tenso, además. Créeme que eso ayuda.
—Bueno, quizá lo intente después... esta noche... Ya debo irme. Te veo el siguiente mes.
—Cuídate —sonríe, y siento mariposas en el estómago.
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El libro de los hombres coloridos
Ficção GeralUna antología de historias de romance y drama, entrelazadas, donde hombres coloridos y peculiares son protagonistas.