No sé cómo empezar. Las historias comunes suelen iniciar describiendo al personaje principal, pero estoy cansada de romantizar las cosas. Esta es una historia de amor, sí, pero no quiero adornarla con palabras idealizadas.
Escribo porque a menudo me cuesta expresarme de manera verbal. Encontré en la escritura una salida, una forma de liberar lo que llevo dentro. Así que aquí estoy, contando esta historia, porque no sé cómo hacerlo de otra manera.
No es una historia extraordinaria, pero es sincera. Es la historia de dos personas que se encuentran y deciden compartir el camino. No es perfecta, pero es real.
Aún recuerdo la primera vez que lo vi: unos ojos cafés profundos, una sonrisa enorme y una voz grave y suave. Amaba en secreto que hablara conmigo. La verdad, no sé cómo comenzó todo. Verán, es algo complicado, ya que este amor es muy prohibido, pero de alguna manera disfruto sentirlo. Aunque sé que arriesgo mucho, me gusta esta sensación. A veces puede parecer una locura, pero nace en mí una necesidad de querer estar cerca.
Todo comenzó en un día normal y muy aburrido. Estaba, como siempre, sentada detrás de esa enorme mesa, trabajando en mi rutina habitual. En ese momento no me sentía bien, pues estaba enamorada de un tirano que hacía mi vida miserable. Sabía que, aunque me hiciera sufrir, no iba a morir por ello y tenía que seguir adelante con mi vida. Así que me sentaba, escuchando canciones que te atraviesan el corazón sin que los demás noten lo que pasa. Es un defecto mío: siempre aparento ser una persona amable y feliz, y aunque estuviera pasando un momento amargo, siempre trataba de mostrar la mejor cara.
En fin, como parte de la rutina, siempre se escuchaba esa voz, cantando canciones de distintos géneros. A veces era Post Malone, otras veces Luis Miguel; la verdad es que los cambios de género eran bastante radicales. Las canciones se interrumpían por diversos temas de conversación, pero siempre volvía a retomarlas.
Como parte de la rutina aparecía Zahid, y simplemente decía un para de palabras que a decir verdad ya se había vuelto parte del día a día pero de alguna manera era diversión escucharlas
- Oscar, ¡Cállate!
Es lo que común mente escuchaba decir a el, y lo único que hacía Oscar era permanecer unos breves minutos en silencio y cambiaba el tema que cantaba, a decir verdad no podía verlo muy bien debido a que mi altura no ayudaba mucho.
Como mencioné al principio, no sé cómo sucedió, pero un día Zahid cambió de lugar y terminó sentado justo frente a donde yo trabajaba. Al principio, era muy silencioso; supongo que se sentía invadido o de alguna manera desplazado por su jefe de equipo. Sin embargo, eso no lo detendría. Al cabo de unas horas, empezó a cantar, muy bajito, de manera que solo él y las personas cercanas podían escucharla.
Me gustaría decir que tuvimos muchas conversaciones, pero la realidad es que en ese tiempo ambos éramos muy dispersos. Cuando llegábamos a hablar, siempre discutíamos sobre música. Aunque no coincidíamos en todos nuestros gustos, había algunos que nos encantaban a ambos. Así pasaron los días, las semanas y los meses, hasta que un día ocurrió algo inesperado: hubo una mudanza debido al trabajo y empezamos nuevos proyectos. Esto implicó que muchos empleados comenzaran a trabajar desde casa, y entre ellos estaba él. De un momento a otro, dejamos de vernos.
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Lo prohibido
RomanceEstoy hablando del amor que siento, cuando te enamoras enserio, cuando sientes una conexión única.