DICCIONARIO ANTIOQUEÑO (Léelo antes de empezar)
* Barriga: Estomago / Tragadero viejo: garganta / Volar en el pelo: hacer enojar / Chueca: fea - torcida.
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¿Y si excusaba un fuerte dolor de barriga que la había metido al baño para no asistir? No. Él la buscaría de todas formas, así fuera solo para saber qué tan mal se sentía. Caminó fuera de la oficina con las manos temblándole como si tuviera hipotermia. ¿O podría meterle la mentira pequeñita de que los niños habían salido más temprano? Menos. Sin dudarlo llamaría a la madre sólo para cerciorarse de que era verdad.
Paulina no tendría de otra que cumplir con su cita.
Miró su reloj en la muñeca, y la manecilla grande marcó en el seis, indicando la una y treinta. La hora convenida para la clase. Y ella no estaba lista. De solo imaginarse sentada nuevamente en ese escritorio con él a su lado enseñándole cómo leer, se le cerraba el tragadero viejo y el corazón se le ponía a mil. ¿Pa' que le había dicho que sí?
Suspiró.
Al mal paso darle prisa, decía su abuelita, y mejor hacerle caso. Abrió la puerta de la biblioteca de la casa cural, y encontró al padre junto a la ventana, mirando la tarde un poco fría, con la misma taza de tinto negro que se llevara tras el almuerzo.
Habían comido los tres juntos entre charlas, más de Luis y el, que suyas, y cuando Abel se retiró, lo hizo con el café que tenía en mano, mientras el vicario anunciaba hacer una siesta y que después iría por los pequeños, con pretexto de entregarle algo a la madre superiora. Un obsequio de un feligrés de la comunidad.
Ahora estaban relativamente solos mientras Luis roncaba en el cuarto diagonal a la oficina, pasando su almuerzo. Se quedó sin aire cuando Abel se volvió para verla.
—Siempre puntual. Entra para que comencemos.
Con pasitos torpes ella cruzó la entrada, entornando la puerta y yendo directo al escritorio. Si iba nuevamente a recibir las clases, mejor que fuera rápido. Con suerte casi a las dos y treinta estarían los niños en casa y ella podría dedicarse a cuidarlos, para escaparse de las clases.
—Ya que esta mañana pusiste pretextos con la casa de las dos palmas, aprenderemos entonces con otro libro. Paso a paso y sin afán. Y como es literatura colombiana, se te hará más simple el diálogo que las demás.
—¿Qué libro es?
Abrió el cuaderno donde también llevaba sus notas de escritura. Con una letra horrible de tosca por la falta de costumbre, pero que daba con firmeza sus primeros pasitos.
Así la señora Graciela dejaría de llamarla bruta.
El padre lo puso en la mesa, frente a ella. Pasó los ojos por las letras, recordando que él le había enseñado a acentuar donde la palabra tuviese la barrita arriba. En este, en la letra «Í».
—Dime tú como se llama.
—María.
Una sonrisa se formó en sus labios ante los recuerdos. Ya lo conocía, pues aunque no lo hubiese leído, su abuelita le contaba la historia casi de memoria. Y ella vivía feliz sentada en sus rodillas escuchándola. Aunque Amalia volara en el pelo y le dijera que dejara de meterle pendejadas en la cabeza.
—Es de Jorge Isaacs.
Se acomodó un poco en la silla cuando el padre se sentó a su lado. Bastante cerca, casi hasta ponerla incómoda.
—¿Lo conoces?
—Mi abuela me contaba la historia varias veces. Me gustaba.
—Bueno, será una nueva aventura poder leerlo por tu cuenta, de a poquitos.
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ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)
RomanceNoche. Oscura y silenciosa noche. Sin saber si con el favor de ese Dios que ella no conoce, o guiada por el diablo... Paulina se ha valido de ella para huir de su casita de campo en Belmira, Antioquia con sus dos pequeños de seis y diez años, lejos...