Capítulo 11: Greedy

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–– Creo que no tenés ni idea cuánto te extrañé–– Enzo abraza completamente mi torso manteniendo mi cuerpo muy pegado al suyo al punto que ni una ráfaga de aire pasa entre nuestra anatomía.

–– ¿Por qué no me lo enseñás mejor? Digo...así me hago una mejor idea–– digo alzando una ceja

Sin dudarlo y con una sonrisa juguetona en su rostro, el pelinegro se abalanzó a mis labios besándolos y mordiéndolos con una desesperación abismal transmitiéndome lo mucho que me había extrañado y también dándome cuenta todo el tiempo que había pasado desde la ultima vez que nos vimos. El uruguayo me guía entre besos y caricias en mi cintura a lo que creo será su habitación pero justo antes de cruzar por esa puerta que nos llevará a la pasión y deseo, el timbre de su departamento nos interrumpe haciéndonos separar.

Bufo ante la frustración por nuestro momento interrumpido y Enzo se disculpa para ir hacia la puerta. Me limpio la comisura de los labios para estar decente ante cualquiera que vaya a pasar por esa puerta.

Enzo suspira pesado tomando el puente de su nariz con dos de sus dedos y antes de abrir se lo piensa un poco.

¿Quién está del otro lado?

Gira el picaporte y abre con un poco de brusquedad. Una figura delgada, alta y femenina aparece en mi visión desde donde estoy en el marco de la habitación, lleva unos jeans tiro bajo y un crop top de tirantes blanco con detalles de encaje en el escote, encima un "sobretodo" color negro holgado y entre sus manos se encuentra una torta.

–– ¡Feliz cumpleaños, Enzo!–– la rubia entró sin más haciendo a Enzo retroceder por instinto –– oye que vine temprano y no estabas, así que la señora Julia me dijo que acababas de llegar, te traje esto–– dijo acercándole el postre.

Enzo mira la torta unos segundos y la toma entre sus manos, me mira de reojo confuso y luego mira a la chica como si estuviera incómodo.

–– Gracias, Sofi–– dice serio poniendo la torta en la isla de la cocina

Enzo se acerca en un movimiento rápido hacia mí y me toma de la mano, su agarre es firme y su piel está cálida.

Al llegar a la vista de la chica ésta me mira con asombro abriendo sus ojos de par en par, lleva sus dos manos a la boca y ríe, sus manos amortiguan el sonido de su risa y yo me limito a sonreírle cortésmente.

–– ¡Pero si sos Briana Mendes!–– esta vez, acuna sus mejillas con sus propias manos–– Dios, es un gusto conocerte–– sin decir más me abraza rodeándome con sus largos y delgados brazos.

El uruguayo me suelta de su agarre pensando que yo querría devolverle el abrazo pero mis brazos permanecen estáticos por largos segundos.

«Sé cortés, sé cortés»

Are you ready Mr Vogrincic? | Enzo Vogrincic✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora