DICCIONARIO ANTIOQUEÑO (Léelo antes de empezar)
* Despelote: Desorden - patas para arriba / Azarador: Apabullante - aterrador
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No pudo quedarse. Su corazón lo intentó. Pero no resistió. La deseaba con locura. Con solo sentirla contra su cuerpo, sus caderas amoldadas a él, sus manos recorriéndole el cuello y la nuca, y su dulce boca respondiendo al beso con inexperiencia pero con sus mismas ansias, le hervía la sangre en las venas; no la quería soltar. Por puro milagro divino lo había hecho, porque su dulzura e inocencia lo seducían de una manera que su voluntad tan débil no podía resistir.
Tan pronto se desprendió de sus brazos la dejó en la oficina y fue a mojarse la cara en el baño de los niños. Luego se fue del colegio. No echó a correr porque todos en Don Matías lo conocían y mientras más desapercibido pasara con lo que sentía, mejor. Mantuvo la calma todo el camino y solo cuando cerró tras de sí al entrar en la casa cural, se permitió exhalar, dejando salir todo lo que llevaba dentro. Su amigo Luis estaba en el despacho y ni lo notaría. Pasó sus manos por el rostro y recostó la cabeza en la madera de la puerta. Figgaro llegó maullando hasta él y se paseó entre sus piernas.
¡Desde los veinte años! Desde los veinte benditos años no daba un beso o estaba con una mujer. Nunca pensó que tener a una tan cerca y darle un beso le volvería toda su vida, mente y corazón un despelote. La última había sido su novia Rocío antes de irse al seminario, y tras su pérdida se juró que nunca más lo haría. Ahora había llegado Paulina con su nobleza y sencillez y en un poco más de dos meses le había dado tres vueltas dejándolo tonto.
Se encaminó al segundo piso con dirección a su cuarto. Allí, delante de quien lo había llamado por nombre propio, podría meditar qué era lo que le había pasado. Si tendría el valor para hablar con su amigo Luis para que le diera el sacramento de la confesión. ¿Cómo le contaría lo que estaba pasando? De inmediato y aunque no fuese el párroco, haría que se corriera a Paulina de la casa. Lo que él no quería, después de que fueran ellos quienes le habían brindado estabilidad y misericordia cuando nadie más lo hizo. Tendría que mantener silencio y disimular, así como distancia, y más grande que la de antes. Por el bien de su alma. Cerró la puerta y hallándose solo, se arrodilló en el reclinatorio que tenía en la habitación, frente al crucifijo. Rompió a llorar.
—Perdón, Señor. Fui débil. Tú sabes que lo intenté de verdad. Pero no pude—apoyó la cabeza en las manos—ten compasión de mí y perdóname.
No fue capaz de mirar a Jesús crucificado, de la vergüenza que sentía.
—Ayúdame, Padre.
En su mente como si se echara sal en la herida, se repitió el beso segundo a segundo. Vio a Paulina como una aparición. Preciosa, etérea... y el delicioso gemido que escapara del fondo de su garganta. Cuánto deseó no estar con ella allí, sino amándola y haciéndola suya en su habitación. Su boca suspirando su nombre mientras se deshacía en sus brazos. Con qué ansias le provocó sumergir sus manos en aquella suavidad de rizos de sus cabellos. Embriagarse de su exquisito aroma, de la humedad de sus labios por más tiempo.
Gruñó frustrado.
—No puedo con esto, mi Dios del Cielo. Bendícela pero aléjala de mí. Tú que sí puedes amarla, bendícela y dale lo que yo no.
Paulina lo traía loco.
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Cuando le presentaron a la hermana Auxilio lo primero que pensó fue que si Emilia estuviese allí se reiría de su nombre. ¿Lo segundo? Que si en el parque montaran un concurso de caras de limones y el padre Abel tanto como esa religiosa participaran, ella se llevaría el premio, porque semejante cara de agria la que tenía. La madre superiora fue la encargada de presentarlas, después de que pudo salir de la oficina aparentando que no había pasado nada. Las encontró subiendo las escaleras en su búsqueda.
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ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)
RomanceNoche. Oscura y silenciosa noche. Sin saber si con el favor de ese Dios que ella no conoce, o guiada por el diablo... Paulina se ha valido de ella para huir de su casita de campo en Belmira, Antioquia con sus dos pequeños de seis y diez años, lejos...