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El salón de baile, iluminado con candelabros y adornado con flores blancas, parecía prometer una noche de encanto y misterio.
Todos enmascarados, ocultando sus identidades, paseaban por el lugar, risas contenidas y miradas fugaces marcando el ambiente de intriga.
Sin embargo, para _____, el evento estaba resultando menos encantador de lo que había esperado.
El ruido, las risas y el murmullo de la gente no lograban distraerla de la amarga sensación en su pecho.
Cuando accedió a venir, había intentado convencerse de que sería una distracción agradable, de que podría olvidarse de Noah y las dudas que la habían acosado últimamente.
Amelia la había persuadido, recordándole que debía divertirse y dejar sus preocupaciones de lado por una noche.
Pero al ver a Noah, de pie al otro lado del salón, bailando y susurrando algo en el oído de otra mujer, se dio cuenta de que había sido un error.
Su mirada se nubló, y el dolor en su pecho se intensificó.
Trató de evitar que sus emociones se desbordaran, pero era demasiado tarde; el desencanto y la rabia empezaban a cobrar fuerza.
Amelia, que notó su expresión, trató de calmarla y la apartó un poco del tumulto para hablar en privado.
"¿Por qué dejas que te afecte tanto?"
Le susurró Amelia, su tono casi suplicante.
_____ apartó la mirada, molesta y vulnerable al mismo tiempo.
No quería escuchar razonamientos; quería expresar lo que sentía, gritar, pero también deseaba mantener la compostura.
"Es fácil decirlo, Amelia, cuando tú no tienes que lidiar con esto"
Respondió en voz baja, tratando de contener sus lágrimas.
"Estás exagerando. Además, sabes que no es la primera vez que se comporta así. ¿Por qué no lo ignoras y disfrutas de la noche?"
Las palabras de Amelia, aunque probablemente bien intencionadas, sólo aumentaron su molestia.
No entendía, nadie parecía entender cómo se sentía realmente.
"No entiendo por qué insistes en minimizarlo"
Dijo, su voz cargada de reproche.
"¿No ves cómo me afecta?"
Amelia suspiró, frustrada, y después de unos momentos de silencio, dio un paso atrás.
"De acuerdo, _____, si quieres seguir sintiéndote así y dejando que te afecte, hazlo. Pero no cuentes conmigo esta vez."
Sin decir más, Amelia se giró y se perdió entre la multitud, dejándola sola con sus pensamientos y su tristeza.
Sintió una oleada de arrepentimiento, pero era demasiado tarde para disculparse.
Con un suspiro tembloroso, salió al jardín detrás del salón, buscando aire fresco para calmarse.
Se dejó caer en una banca, cubriendo su rostro con las manos mientras sus pensamientos giraban en torno a todo lo que había pasado.
Por unos momentos, el mundo se desvaneció a su alrededor, y solo quedó su decepción, ese peso amargo en su pecho.
"¿No te diviertes, cariño?"
La voz masculina y amable la sobresaltó, haciéndola alzar la cabeza.
A su lado, un hombre de porte elegante la miraba con una sonrisa ligera, como si su tristeza fuera un enigma divertido.
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𝖉𝖊𝖘𝖙𝖎𝖓𝖔𝖘 𝖙𝖊𝖏𝖎𝖉𝖔𝖘 (𝙰𝚕𝚊𝚜𝚝𝚘𝚛 𝚡 𝙻𝚎𝚌𝚝𝚘𝚛𝚊)[2]
LosoweEl destino es caprichoso y a menudo impredecible; una sola acción puede cambiar el rumbo de una vida. Para Alastor, el encantador locutor de radio, salir al jardín durante un baile significó la pérdida del amor que creía que estaba destinado a ser...