PARTE 2
Las manecillas del reloj marcaban las cuatro y media de la madrugada cuando aquella puerta que tantas veces los había recibido lo hizo por última vez. Los seis finalistas, aún con los efectos del alcohol danzando en su sangre, entraron en la academia sintiendo, esta vez, un clima totalmente diferente al saber que nunca más lo volverían a hacer.
Naiara colgada del brazo de Paul luchaba por mantenerse en pie. Él había sido el encargado de cuidarla durante todo el trayecto de vuelta a la academia al ver la nula interacción que tenía con Lucas y al sentirle visiblemente preocupado por ella, prometiéndole con la mirada que él la cuidaría, haciendo respirar tranquilo al uruguayo que tomó asiento en la última plaza del bus, necesitaba un momento a solas para asimilar todo lo que le había cambiado la vida en solo tres meses.
Con el pelo hecho un amasijo, la ropa desordenada, el rímel corrido y el labial rojo desaparecido se dejó caer en el respaldo del sofá, desde atrás, dejando las piernas colgando para estirarse hasta posicionar la cabeza en uno de los cojines. Cualquiera que la viese juraría que estaba haciendo un ejercicio de contorsionismo y no intentando encontrar una postura cómoda sin tener que moverse demasiado, hecho bastante improbable teniendo en cuenta que ni siquiera se había quitado las botas. Lucas la observaba desde la distancia, aunque lo suficientemente cerca para actuar de inmediato en caso de que necesitase algo o se encontrase mal y el recuerdo de lo que vivieron en el baño horas atrás se hizo eco en su memoria, sacándole una sonrisa sincera.La iba a extrañar de eso no tenía ninguna duda.
— Nai, vamos. Tenés que ponerte el pijama y descansar —se animó a acercarse al ver que se estaba quedando dormida en el
sofá, maquillada y con la ropa puesta.— Ya estoy descansando.
— No. Acá no lo harás bien y mañana tenemos muchísimas cosas que hacer, sobretodo vos —intentó hacerla entrar en razón, agachándose para quedar a su altura —Descálzate, ponete el pijama y andá a dormir a la cama. Yo iré a prepararte un té calentito.
— ¿Me vas a cuidar ahora? — ironizó aún con los ojos aún cerrados.
— Si hace falta sí.
Naiara rio con desdén. Claro que no haría. Lucas era así, jamás la dejaría sola en un estado de vulnerabilidad como en el que se encontraba, a pesar de que estuviese en un ambiente más que seguro. Nunca dejaría que le pasara nada malo.
— Eso lo hacen los novios, te has equivocado de destinataria — el uruguayo bufó.
— Los amigos también lo hacen.
— Tú y yo no somos amigos —escupió incorporándose— Los amigos no se besan en la boca, ni duermen juntos, ni tampoco follan — zanjó con rabia, escapando de la situación en dirección al baño. Sentía que en cualquier momento se convertiría en un huracán arrasando con todo a su paso y no quería tener ese recuerdo de la última noche.
Lucas la dejó ir sentándose en el hueco que había dejado libre y se pasó las manos por el pelo desesperado. Quería retenerla, quería abrazarla, quería meterse con ella en la cama y no despertar hasta que las dudas no existiesen, hasta inventar una cápsula del tiempo que lo llevase de nuevo a ese diecinueve de noviembre. Un nudo le aprisionaba con fuerzas la garganta y sus ojos empezaron a aguarse. Sabía que ese momento llegaría, pero estaba siendo más difícil de lo que imaginaba. No estaba preparado para enfrentarse a sus sentimientos, ni para plantarle cara a la realidad frente a su pareja, ni para asimilar que unas cuantas horas más tarde su rutina dejaría de tener eyeliner y acento aragonés.
Salió a la terraza sintiendo el frío de Barcelona helarle las mejillas y, como si de una película se tratase, todos los momentos que vivió con ella pasaron a cámara rápida por su mente. El primer café, la primera conversación, el primer beso, esa terraza había sido testigo de cada momento especial entre ellos. Se había convertido en su rincón, en su lugar seguro.
Miró a través del cristal y se maldijo así mismo por tener que pasar la última noche con ella de ese modo, pero era lo mejor si quería seguir manteniendo su relación de amistad como eso, una amistad.
El ruido de la puerta abriéndose le hizo salir de su ensimismamiento para entrar en una preocupación repentina al
ver la expresión algo atemorizada de Paul.