Moonlit Grove es un pequeño pueblo en E.E.U.U, Oregón, a unos pocos metros de Vernonia. Solía pasar los inviernos allí, con mi abuela, a pesar de no ser un pueblo especialmente familiar ni concurrido. Solo había un par de tiendas con los alimentos básicos para una buena alimentación de producción local, una cafetería y una herboristería, cual antiguo dueño era mi tío abuelo, al que nunca llegué a conocer.
Me gustaba pasar los meses más fríos con mi abuela, tomando chocolate caliente y haciendo perfumes con las plantas de la herboristería de su hermano. Siempre me dio la sensación de que esas plantas escondían algo, puesto que no las veía en otro sitio que no fuese esa tienda.
Años después, al cumplir la mayoría de edad, no perdí tiempo y decidí mudarme a Moonlit Grove. Era el único sitio donde me sentía cómoda, porque no tenía el asiduo ajetreo de coches, atascos y gritos de la ciudad. De alguna manera, me atraía.
No tenía dinero para comprar una casa, pero no fue problema, ya que mi abuela me había dejado en herencia su casa dos años antes de fallecer. Ella siempre supo que esa casa me encantaba.
Al entrar, encontré una nota escrita con pluma y olor a café, me extrañé y sentí una lúgubre sensación de miedo en el pecho por unos breves instantes, porque no había entrado nadie a su casa desde que falleció, ni siquiera yo. Asimismo, decidí leer la carta y al instante se desvaneció el temor que me contraía el pecho hacía ya varios minutos al reconocer la letra de mi abuela grabada en el papel. Su letra era única y no se podía confundir con ninguna otra. Tenía bucles, florituras y daba una sensación de calidez, por ser una letra tan familiar y distinta a otras, en todos los sentidos. Ella también era así.
La carta me desconcertó de cierta manera, era contradictoria, aunque no le tomé mucha importancia hasta tiempo después.
"No vayas a Anima Plantarum. La llave está en el tercer cajón de la encimera de la cocina, dentro de una caja de madera tallada a mano, decorada con lirios de color rojo."
No me costó especial trabajo deshacer las cajas que me había traído de mi antigua casa, solo traía algo de ropa y algunos enseres especiales para mi, puesto que la casa ya estaba amueblada y tenía agua caliente y gas para varios meses.
Me di una ducha calentita, fuera hacía mucho frío. Al salir, me puse el primer pijama que encontré en mi pequeña maleta revuelta, cuatro capas de calcetines y una bata. Baje las escaleras y rebusqué un poco en la nevera, a ver si había algo que comer, aunque fuese tan solo un mendrugo de pan. De repente, me vino a la cabeza la imagen de una sopa de letras como la que me solía hacer la abuela, y al volver a enfocar la vista en la nevera, encontré un tarro del caldo de esa misma sopa. Me extrañé, pero estaba muy cansada y no había comido nada en todo el día, más que unas míseras gominolas duras de una gasolinera medio abandonada, con pequeñas moneditas tiradas por el suelo y telarañas por las esquinas, donde si salía un cajero-zombi, no me sorprendería en absoluto.
Busque un cazo entre los armarios polvorientos y algo maltratados por el tiempo, encendí la vitrocerámica de gas y puse el puchero, vertiendo la sopa que contenía el tarro. Inesperadamente, sentí el tacto de papel arrugado en mis dedos. Era la misma nota de antes. "No vayas a Anima Plantarum. La llave está en el tercer cajón de la encimera de la cocina, dentro de una caja de madera tallada a mano, decorada con lirios de color rojo."
Esta vez, tuve miedo. No podía estar tan cansada... ¿o si?