TRES

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Al siguiente día de su reunión con Adamaris, Adriel decidió hacer lo que cualquier hombre hace cuando le rompen el corazón: Emborracharse.

En sus tiempos de preparatoria fue cuando probó el alcohol y el cigarro. De vez en cuando se emborrachaba. Primero lo hacía con sus amigos, incluso con los compañeros del trabajo, pero disfrutaba más embriagarse en la comodidad de su hogar. No era alguien que le gustara ir a los bares ni mucho menos a las discotecas. Adriel aceptaba que tenía un problema de alcoholismo, porque a veces se la pasaba hasta 3 días seguidos tomando. Podía dejar de tomar por semanas, pero cuando lo volvía a probar, no le importaban sus deberes ni incluso su familia. Su señora madre tuvo que lidiar con él, pero jamás lo controló.

Para ese fin de semana en que se reunió con su amiga, tenía unos cuantos deberes de profesor: Calificar exámenes y tareas de sus alumnos. Pero al final fue mayor su dolor que las ganas de cumplir con su deber. Ya tenia algo de experiencia fallando en su trabajo por sus borracheras. El junto a su amigo más cercano de profesión Fausto Garza a veces terminando su horario laboral se iban a emborrachar, ya fuera a la casa de Fausto o a la de Adriel. Y no solamente ellos se acompañaban. Había varios profesores mas que terminaban ebrios. A veces lo hacían en algún bar o lo mas loco era que llegaran a un striptease en donde profesores ya casados rentaban los servicios de las bailarinas. Incluso hasta drogas consumían algunos solo para seguir la fiesta. Adriel Bernal siempre tuvo un límite, pero si hubo ocasiones en que terminaban todos hasta el amanecer y llegaban hasta la tercera hora de su horario laboral para impartir clases. Y eso jamás le causó problemas a ninguno de los parranderos.

De camino a casa compró una botella de su bebida favorita para beberla acompañada de refresco de cola como siempre le gustó. Llegó a su hogar y subió a su azotea donde hasta los vecinos habían sido testigo de las borracheras que ahí realizaba Adriel, ya fuera solo o acompañado, pero esa ocasión se sentía más solo que nunca. Pensó en llamar a su amigo Fausto, pero quiso estar al amparo de la soledad.

Adriel terminó de tomar hasta que la botella de ron blanco se terminó. Jamás había hecho eso, terminarse una botella el solo, pero su dolor lo ameritaba. A las 5 a.m. bajó a su hogar y se acostó en su cama sin quitarse la ropa. Para el día domingo despertó después de las 2 de la tarde. Se levantó rápido hacia la cocina y sació su sed con 3 vasos de agua, pero él quería seguir tomando. Así que, así como estaba salió a la tienda a comprar unas latas de cerveza. La tienda estaba a pocos metros de su hogar, cosa que siempre le hizo la vida más fácil. Y jamás tuvo pena de que sus vecinos lo vieran en un estado inconveniente.

De regreso a su hogar se calentó una pizza congelada en su microondas y eso fue lo único que comió en todo ese día. Terminó de tomar antes de las 2 a.m. porque a la mañana del lunes tenía que regresar a su vida cotidiana y cumplir con su trabajo. Resintió los estragos de su borrachera de dos días seguidos al amanecer.

Ese lunes Adriel tuvo que cumplir con ir a su primera clase del día a las 7 de la mañana. Logró vestirse formal como todo profesor y como acostumbraba: Pantalón de vestir y una camisa de manga larga que le combinara. A veces utilizaba camisas de manga corta, pero hacia conjunto con un suéter formal de cuello V. Nunca usaba camisas sin manga porque no le gustaba mostrar sus brazos tatuados por su profesión.

Con dolor de cabeza salió de su hogar y tomó el transporte público que lo llevaba hasta el instituto.

Llegó a su oficina, dejó algunas de sus cosas, fue al edificio donde se encontraba la dirección y confirmó su asistencia en el checador. Él prefería llegar muy temprano porque no le gustaba encontrarse con nadie, porque odiaba dar los buenos días. Luego regresó a su oficina, se encerró y apagó las luces para que nadie supiera que estaba ahí. Reposó con los ojos cerrados en su asiento frente a su escritorio hasta que dieron las 7 de la mañana en punto. Fue a su salón de clases. Impartió su catedra, pero no lo hizo con pasión, como lo hacía desde el primer día que entró a trabajar en el puesto. Él sabía que no únicamente la resaca le estaba afectando, sino el corazón roto que tenía era su mayor pesar.

00:00 EL TIEMPO VACIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora