Capítulo uno

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27 de julio de 1993

—Dime que por lo menos lo has pensado.

—Si, lo hice—contestó.

—¿Y?

—No estoy segura—murmuró con pesar.

Lilith suspiró y volvió a mirar el hospital a través de la ventana del coche. Edalyn espero algún tipo de reacción de su hermana, pero está se mantenía callada.

—¿Quieres verlo? Quizás...

—¿Por qué no lo haces tú?—preguntó Eda, agotada de estar hablando siempre del mismo tema.

—Edalyn, estoy en medio de la carrera—dijo la menor—. Papá está enfermo y mamá lo tiene que cuidar y la abuela del niño ya no tiene edad para cuidarlo.

—¿Y por qué debería ser yo la que lo cuide?

—Económicamente hablando, eres la más apta. Además, tienes a Raine. Estoy segura de que te ayudará.

—Sigues sin convencerme. Hablas como si no fuera la gran cosa cuando lo es.

—Solo ven a verlo—rogó Lilith—. Para eso te traje.

Terminó aceptando a regañadientes. Salieron del coche y la suave brisa de viento les dio algo de relajación en el sofocante verano. El hospital estaba lleno de gente, como todos los hospitales del mundo. Lilith hablo con una mujer de atención al cliente y rápidamente le indicaron a dónde debía ir.

Edalyn siguió a su hermana entre la multitud, hasta que las personas comenzaron a disminuir y se encontraron subiendo una desolada escalera. Las luces brillaban con poca intensidad y le daban un aspecto tétrico, lo que le recordaba a varias películas de terror que había visto en su adolescencia. Por un momento pensó que estaban dirigiéndose a la zona más oscura del hospital, dónde están los enfermos al borde de la muerte o que padecen de una enfermedad demasiado grave, pero cuando su hermana se detuvo, se dio cuenta que estaban en la zona de bebés.

—Está prácticamente desde que lo encontraron. Desnutrido, pero, por más raro que suene, no fue atacado por el... el asesino—susurró Lilith—. No sé si harás que cambie de opinión verlo, pero... tú sabes dónde irá a pasar si dices que no.

Lilith abrió la puerta. En la sala habían varias cunas, todas diferenciadas por un número. En cada cuna, un bebé dormía, abrazado a una mantita de colores. En total, habrían unas diez cunas ocupadas. Una mujer vestida de enfermera sonrió al verlas entrar; Lilith ya había estado anteriormente ahí.

—Justo está despierto—les dijo y las llevó a una zona apartada de las demás cunas.

En la cuna, un niño de casi dos años jugaba con una peluches de dinosaurios. Tenía cabello rubio y ojos color marrón y ya le habían crecido varios dientes, demostrando que era uno de los más grandes de la sala. Dejó los peluches a centímetros de sus pies y los miró con pura curiosidad.

—Hola, Lily—saludó con una sonrisa el niño

-Hola, Hunter ¿Cómo has estado? ¿Te gustan los peluches que te compré?-le preguntó con una sonrisa identica.

—Si, ta mu lindo.

—Me alegro mucho, cariño—le dijo y le revolvió el cabello—. Te quería presentar a Eda, mi hermana.

Edalyn se acercó más a la cuna, mirando con, aunque le costará aceptarlo, ternura.

¿Ela?

—Si, soy yo—se presentó.

¿Podo toa u peo?

Asintió—no sabría explicar como lo entendió—y se agachó para que su cabello quedará en manos de Hunter. El niño tocó el pelo rojo, casi naranja, de Eda, con asombró por la cantidad de pelo que tenía y por el extravagante color. Le hacía acuerdo a alguien...

The Gravesfield's MurdersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora