Capitulo único.

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El amor suele llegar de diversas maneras. A veces, lo encuentras en alguien que ha estado contigo desde la infancia, en alguien a quien ves solo una vez y sabes que es amor a primera vista, en alguien que te apoya a diario.

Para Draco fue diferente.

Su amor llegó en forma de un muchacho testarudo, un Gryffindor de pies a cabeza, quien le hacía pasar corajes y le respondía como nadie más.

Harry Potter. Su enemigo de escuela.

Aunque al principio se habían llevado mal y durante años discutían cada vez que se topaban en los pasillos del gran castillo. Fue a comienzos de sexto año, cuando Draco estaba tan ocupado y hundido en la miseria que le había sido destinada por su apellido y la lealtad de sus padres al señor oscuro, que todo cambió.

Al comienzo, Draco no se dio cuenta de que alguien lo seguía por Hogwarts. No hasta que comenzó a sentir una presencia, una incesante mirada en su espalda que jamás lo abandonaba. Pensó que se estaba volviendo loco.

Después entendió que la locura estaba en alguien más.

Potter no dejaba de perseguirlo, de ver cada uno de sus movimientos. Y eso solo enfureció a Draco. Como si no tuviera ya tantos problemas como para que un estúpido niñato que jugaba a ser héroe lo persiguiera.

Merlín, ¿Porque de repente Potter estaba tan obsesionado con él?

Todo finalmente colapso cuando habían tenido una pelea en el baño, un hechizo que Draco desconocía fue lanzado por el Gryffindor. Si no hubiera sido por Severus, probablemente estaría muerto.

Lo que tal vez sería mejor. O al menos, eso pensó al despertar en la enfermería.

Pero de haber perecido, jamás hubiera visto a Potter entrar dos días después a la enfermería, con el rostro lleno de culpa, la mirada apagada y la vergüenza cubriendo cada parte de su cuerpo.

Él se había disculpado, explicando entre tartamudeos que jamás pensó hacerle tal daño. Que no sabía lo que el hechizo hacia y aceptando que fue un idiota por jugar con magia desconocida para él.

Y por primera vez, después de meses, viendo a ese tonto Gryffindor bajar la cabeza y tartamudear nervioso, Draco sonrió.

Una sonrisa verdadera.

Los siguientes días, mientras se recuperaba del hechizo, Potter paso a ser Harry, sólo Harry. Visitando a Draco cada mañana y cada noche, llevándole comida y bocadillos del gran comedor, pasándole apuntes de las clases, estudiando juntos, hablando sobre cada tontería que habían hecho a lo largo de los años.

Y aunque a veces discutían de nuevo, Harry no dejaba de visitarlo. Incluso si solo era para recordarle que era un terco y testarudo Slytherin.

Algunas noches, Harry hablaba con Draco sobre la vida y lo corta que parecía. Lo importante que era para él proteger a aquellos que amaba. Y el deseo culposo que invadía su mente cada noche en la cama: tener una vida normal.

Al contrario de lo que la gente pensaba, Harry no quería un sin fin de aventuras, no deseaba ser el héroe que el mundo esperaba. Él solo...

Anhelaba encontrar la paz.

Enamorarse tan profundamente como sus padres, formar una familia con esa persona y tener una bella casa en algún pequeño pueblo. En donde pudiera criar y dedicar su vida a sus hijos y pareja. Un lugar donde la guerra no existiera. Un mundo en el que pudiera ser Harry, sólo Harry.

Para cuando Draco se dio cuenta, ya se encontraba deseando hacer lo que fuera para que aquel muchacho obtuviera su deseo. Él más que nadie lo merecía.

Una vida a tu lado (DRARRY)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora