Vanni estaba sentado en la esquina del aula vacía, sus ojos fijos en el chico que sollozaba frente a él. El llanto del otro chico resonaba en el espacio silencioso, y las lágrimas caían sobre una carta que tenía apretada contra su pecho. Aun así, la expresión de Vanni era serena, incluso angelical. Su sonrisa era tan hermosa y pura que sería imposible imaginar que detrás de ella se escondía una oscuridad insondable.
El chico intentaba hablar entre sollozos, pero las palabras se le ahogaban en la garganta. Parecía buscar consuelo o al menos una muestra de empatía en los ojos de Vanni. Sin embargo, el rubio de hermosos ojos mantuvo su sonrisa intacta, estos mismos ojos brillaban con una extraña mezcla de satisfacción y desdén. Finalmente, rompió el silencio con una voz suave pero cruel:
"¿Crees que me importa la muerte de *@*> y &@*@&? No soy tu psicólogo y mucho menos tu novia".