* Corotos: objetos personales (ropa - bolsos - dinero) / Fresco: Relajado - despreocupado / Irse de cajón: morirse / Reblujar: desordenar
************
Días más tarde y ya entrando en octubre, Paulina no tuvo de otra que adaptarse a lo que ya no debía sentir. Al amor que tras esa charla nocturna, de mutuo acuerdo no debían mostrar. Y ella cumplía la promesa por su propio bien, por no lastimar su corazón y que Abel se mantuviera firme en esa vocación que él había escogido; pero que lo hiciera no indicaba que fuese fácil. Dolía, y dolía cada bendito segundo del día. Dolía más que el mismo sufrimiento que le hubiese causado seguir en esa fallida relación.
Estando sola en la casa mientras cocinaba y limpiaba o cuidando de sus pequeños en las tardes era fácil. No tenía que verlo cuando se iba a las eucaristías fuese a confesar o presidir; o atender enfermos y visitar a las hermanas en el convento; y eso le servía para mantener su alma en paz. Otro cantar era en el momento de las comidas o cuando tenían las clases de literatura en la biblioteca, cuando ella no podía simplemente cambiarse el chip de forma fácil y no verlo como un borrego. Menos el ordenarle a su corazón que no se acelerara al tenerlo cerca, a su vientre que no se tensara cuando por error la rozaba, o a sus manos que no temblaran cuando la estaba curando.
Su corazón latía por él y por más que intentara poner freno era prácticamente imposible. Anhelaba volver a las charlas tranquilas en el balcón con él, las chanzas y risas cuando él le enseñaba a leer y ella trocaba las palabras; no quedarse en lo que era ahora: silencios tensos y que después tuviera que marcharse de donde él estaba porque sus ojos se ponían de acuerdo para arder y dejar salir el llanto.
¿Qué tendría que hacer para acabar con esta tortura y dolor? ¿Lo de siempre? ¿Huir como un ratoncillo? ¿Tendría que coger sus tres coroticos y marcharse también de Don Matías lejos del dolor de no poderlo querer? Si no fuera por sus pequeños ella tal vez lo consideraría. Tomar la primera chiva o carro que la llevara bien lejos tanto de Jesús Pulgarín como de Abel. Pero por ahora no podía pensarlo. Emi y Jerónimo tenían un estudio sólido y una preparación de sacramentos que hacer, y Pao sabía que estaban contentos con eso. Habían hecho sus amiguitos en el colegio, gozaban de una cama cómoda donde descansar, comida en la mesa y la entretención de Figgaro. No podía robarles eso, solo por caprichos suyos. Ella debía hacer madurar su corazón y tragarse sus sentimientos. Estaba allí para darles un futuro a sus pequeños, y mientras los padres no pensaran en despedirla, seguiría respondiendo a ese trabajo al pie del cañón.
Subió las escaleras con la escoba en mano. Luis había salido temprano, no sabía a dónde, y al no haber visto al padre Abel por ninguna parte, se figuraba que también estaba afuera, y podría limpiarles los cuartos
—Boba sería si solo vivo para un hombre—se dijo para sí misma, mientras empezaba por la terraza y el cuarto que compartía con sus pequeños.
Tenía mucho más porque vivir ahora que era libre de Jesús, para tener su cabeza girando 24/7 en el padre Abel. Si Dios de verdad existía y la amaba tanto como Luis le había asegurado la otra noche, ya le mandaría un buen hombre que la valorara por lo que era.
No estaba para seguir mendigando amor.
Se agachó con cuidado para sacar mugre de debajo de las camas, para no lastimarse la espalda que ya le empezaba a cicatrizar. Los golpes de Sor Auxilio a la final no la habían matado. Luis la había acompañado hasta el médico y luego de una serie de radiografías y más revisiones, éste sólo le había prescrito medicamentos. No tenía nada más, salvo el dolor de los moretones, y mientras la siguieran curando diariamente y poniendo vendajes, pronto todo eso sería solo un mal recuerdo. Aunque para la monja serían año y medio en la cárcel por sus castigos. Abel y algunos padres de los niños con los que ella estudiaba, la habían denunciado por maltrato y tendría que pagar ese tiempo en la prisión. Luego sería llevada hasta su nueva comunidad en el Chocó.
ESTÁS LEYENDO
ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)
RomansaNoche. Oscura y silenciosa noche. Sin saber si con el favor de ese Dios que ella no conoce, o guiada por el diablo... Paulina se ha valido de ella para huir de su casita de campo en Belmira, Antioquia con sus dos pequeños de seis y diez años, lejos...