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Capítulo 24:
Lágrimas de un hábito.

Muchas promesas y
nuestros preciosos sueños...

¿No fueron apartados de nuestra memoria y solo están acumulando polvo?

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Lyon era un lugar maldito para ella. Una de las últimas veces que vacacionó en aquella inmensa casa a las afueras de la ciudad, Na Jaemin había roto sus expectativas por primera vez. El recuerdo de la lluvia torrencial de verano cayendo sobre ellos como un mal augurio, permanecía fresco en su memoria. Su hermano menor malherido, tanto física como sentimentalmente, aquello no era lo único que le traía un mal sabor de boca de sólo evocarlo. No, su orgullo golpeado también salía a relucir cada vez que pensaba en la razón por la cual se habían alejado del chico en un pasado.

¿En realidad lo habían dejado a un lado por la traición hacia Lee Jeno o era todo debido a un ego maltratado? Miranda no quiso pensarlo más luego de hacer las paces con la idea de que, ella no tenía la respuesta para eso.

La noche antes de aterrizar en Francia, compartió la cama con Kim Jungwoo. El muchacho llegó una hora después que ella prácticamente huyó de la fiesta, mucho luego de su pequeño encuentro con su primer amor. El de ojos de cachorro la encontró hecha un ovillo en su pijama, sorbiendo sus lágrimas incansablemente afligidas. Se sentó al borde de la cama, cauteloso, y le fue inevitable a ella no acercársele para acurrucarse contra la pierna de él en busca de algo formidable ante todas las emociones abrumantes que la ahogaban. Jungwoo no la rechazó, peinando su cabello húmedo por el agua caliente de la ducha, la cual lavó el rastro de cloro de su terrible caída en la piscina. Acabaron abrazados mientras dormían, sin palabras de por medio pero con una calidez en su corazón que no podría explicar.

"Lamento haberme ido sin explicación. Mi madre me necesita. Espero puedas perdonarme por el mal rato que te hice pasar.

Me he divertido siendo tu novia falsa. Gracias por todo, bonito".

Y sin más que una nota sobre el buró a un lado de la cama, dejó al chico dormido tras darle un beso en la frente como una despedida.
Intentó tener un semblante repuesto para cuando los brazos de su madre la recibieron en la casa de campo. La mujer de cabello corto y rasgos finos no lucía tan derrotada como se lo esperaba, asegurándole en un susurro que las cosas de vuelta en Seúl estarían bien. Miranda insistía que, Oh Haerin estaba hecha de los metales más fuertes, pese a que pareciera que era tan frágil como una pieza de cristal.

Fue una ayuda extra que los Na viajaran de sorpresa a su Chalet-si es que la gran propiedad podría llamarse así-. Descansó de la angustia unas horas, atada a los brazos de Jaemin mientras suspiraba entre sueños. Debía hablar con él, le tenía una conversación pendiente. Sin embargo, a esas alturas de la noche, se hallaba sentada en la isleta de cuarzo blanco de su cocina, esperando el English Breakfast con limón que Wong Kunhang le había ofrecido minutos atrás.

Lo persiguió escaleras abajo cuando él la consiguió acostada en su cama con Na Jaemin. No tenía que darle una condenada explicación, después de todo, Hendery y ella no mantenían un vínculo romántico. Pero algo dentro de ella no se sentía bien si evitaba darle una respuesta, algo en ella gritaba odiosamente que era una traicionera si no intentaba aunque sea explicarle la situación por más que no hubiese nada qué explicar.

-¿Estás molesto? -Meció sus pies descalzos, queriendo ocultar su claro nerviosismo en sus palabras.

Él, que ahora apagaba la estufa con la tetera silbando entre el silencio tambaleante, negó con su cabeza tras quitarse su gorra de Oxford con una ligera frustración plasmándose en su entrecejo. No parecía en lo absoluto contento, pero para lo poco que lo conocía, sabía que el chico simplemente era muy inexpresivo para demostrar alguna cosa. Sin embargo, lucía un tanto cansado, con aquellas bolsas grisáceas bajo sus bonitos y grandes ojos desenfadados.

𝐑𝐢𝐜𝐡 𝐆𝐢𝐫𝐥𝐬 𝐃𝐨𝐧'𝐭 𝐂𝐫𝐲 [NCT REVERSE HAREM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora