La mañana siguiente a la fiesta en la residencia Bridgerton, los chismes sobre Hazel Clark circulaban por todo Londres. Lady Whistledown había publicado una columna entera dedicada a la misteriosa joven recién llegada de París, alimentando aún más la curiosidad de la sociedad.
Colin Bridgerton, mientras tanto, no podía dejar de pensar en Hazel. Decidió salir a caminar por Hyde Park con la esperanza de aclarar sus pensamientos. Mientras paseaba, se encontró con Daphne, quien disfrutaba de la fresca mañana con su esposo, Simon.
—Buenos días, hermano—saludó Daphne con una sonrisa. —Pareces tener mucho en mente.
—Buenos días, Daphne, Simon.—respondió Colin. —Es cierto, no puedo dejar de pensar en la señorita Clark.
Simon, con una mirada astuta, comentó
—Hazel tiene ese efecto. Es diferente a cualquiera que hayamos conocido aquí.Daphne, notando el interés de Colin, le sugirió—¿Por qué no la invitas a dar un paseo? Estoy segura de que le encantaría conocer mejor la ciudad.
Colin, agradecido por el consejo, decidió actuar. Esa misma tarde, envió una invitación a Hazel para acompañarlo en una visita al Museo Británico, un lugar donde podrían disfrutar de una conversación tranquila y conocerse mejor.
Hazel aceptó con entusiasmo. Cuando llegó la hora acordada, Colin la esperaba en la entrada del museo, nervioso pero emocionado. Hazel apareció poco después, vestida con un elegante vestido verde que realzaba sus ojos.
—Gracias por invitarme, señor Bridgerton— dijo Hazel con una sonrisa. —Estoy deseando conocer el museo.
—Por favor, llámame Colin—respondió él, ofreciéndole su brazo. —Y el placer es mío. Espero que disfrutes de la visita.
Mientras recorrían las salas del museo, Colin y Hazel hablaron de todo, desde arte y literatura hasta sus experiencias personales. Colin quedó impresionado por la erudición y la pasión de Hazel por la cultura. Por su parte, Hazel se sintió atraída por la calidez y el humor de Colin.
—París debe ser una ciudad fascinante— comentó Colin mientras observaban una colección de esculturas griegas. —Siempre he querido visitarla.
—Es una ciudad maravillosa, pero también llena de desafíos—respondió Hazel, con un toque de melancolía en su voz. —Dejar París fue difícil, pero siento que aquí en Londres puedo empezar de nuevo.
Colin percibió la tristeza en sus palabras.
—¿Fue difícil dejar amigos y familiares atrás?Hazel asintió. —Sí, y también dejar atrás ciertos recuerdos. A veces, cambiar de lugar es necesario para encontrar paz.
Colin miró a Hazel con curiosidad.
—Siempre he encontrado tu nombre bastante único y hermoso. ¿Hay una historia detrás de él?Hazel sonrió tristemente. —Sí, de hecho, la hay. Mi madre murió al darme a luz. Antes de fallecer, le dijo a mi padre que me llamaría Hazel. Mi padre también estuvo de acuerdo, especialmente cuando vio mis ojos. Dijo que eran de un verde avellana, igual que los de mi madre.
Colin sintió una punzada de tristeza por Hazel. —Lo siento mucho, Hazel. Debe haber sido difícil crecer sin ella.
—Lo fue— admitió Hazel, —pero mi padre hizo todo lo posible por criarme bien. Me enseñó a ser fuerte y a apreciar la belleza en todo, tal como lo hacía mi madre.
Antes de que Colin pudiera profundizar más en la conversación, fueron interrumpidos por Penélope Featherington, que había llegado al museo con su madre y hermanas. —Colin, qué sorpresa verte aquí— exclamó Penélope, claramente contenta de encontrarse con él. Luego, se volvió hacia Hazel. —Y usted debe ser la señorita Clark. He oído mucho sobre usted.
—Un placer conocerla, señorita Featherington —respondió Hazel, sonriendo cortésmente.
Después de un breve intercambio de saludos, Penélope y su familia continuaron su recorrido. Colin y Hazel retomaron su paseo, pero ahora con una nueva complicidad nacida del interés mutuo y las confidencias compartidas.
—Me alegra que hayamos tenido esta oportunidad de hablar,— dijo Colin mientras se detenían frente a una majestuosa pintura renacentista. —Siento que te estoy conociendo de verdad.
Hazel sonrió. —También yo, Colin. Es raro encontrar a alguien con quien se pueda hablar tan libremente.
—Espero que podamos repetirlo pronto— dijo Colin con sinceridad.
Hazel asintió con una sonrisa. —Me encantaría.
(...)
Al final de la tarde, mientras caminaban de regreso, Colin se detuvo nuevamente.
—Hazel, me alegra mucho que hayas aceptado mi invitación. Me encantaría seguir conociéndote mejor.Hazel lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de gratitud y esperanza. — Igualmente Colin. Este día ha sido maravilloso.
Decidieron no despedirse aún y continuaron paseando por las calles de Londres, conversando sobre sus sueños y deseos. La conexión entre ellos se fortalecía con cada paso, y ambos sentían que algo especial estaba comenzando a surgir entre ellos.
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The Bridgerton; Colin Bridgerton
RomanceEn la vibrante alta sociedad londinense del siglo XIX, la llegada de Hazel Clark, una joven de ojos verdes y cabello rubio procedente de París, causa un gran revuelo. Su elegancia y misterioso pasado despiertan la curiosidad de todos, incluyendo a L...