Capítulo 34

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Minji despertó en medio de la noche al sentir movimiento en su cama, a su lado, y abrió los ojos de forma perezosa, creyendo que su madre la estaría despertando para quién sabe qué.

No esperaba encontrarse con el rostro lloroso de Haerin al frente suyo, acostada, con una expresión tímida y nerviosa.

Frunció el ceño levemente, confundida, sin saber qué decir.

—Rin... —susurró un tanto atónita.

—Minji —murmuró para luego apoyar su cabeza contra el hombro de Kim, y sintió entonces sus ropas húmedas. Como si alguien estuviera llorando—. Minji, lo... lo si-siento... tanto...

Se quedó quieta al principio, sin saber cómo reaccionar ante esa extraña situación. Horas antes, Haerin le había dicho que no podían besarse, pero ahora...

¿Qué estaba ocurriendo?

—Está bien —titubeó acariciándole la nuca—. Tranquila, Rinnie...

—Te quiero tanto —murmuró—. Te amo tanto que duele, Minji —cuidadosamente, llevó la mano de la mayor a su pecho—. Es como si... como si me estuvieras enterrando un cuchillo aquí, mi amor.

Minji cerró sus ojos, sintiendo los labios de Haerin acariciar su cuello superficialmente, y escalofríos recorrieron su cuerpo entero cuando la chica pasó una pierna por su cintura, quedando casi sentada sobre su cintura.

Haerin era tan preciosa. Tan bella bajo la luz de la luna que se colaba por la ventana, con sus ojos llenos de lágrimas, esas mejillas con un sonrojo tan precioso que sentía unas ganas enormes de apretar sus mofletes, de besarlos todo el tiempo.

—Eres hermosa, Hae —le dijo con seriedad.

Y Haerin le creía, porque Minji nunca iba a mentirle.

Minji nunca iba a decir algo que no sintiera. Minji nunca iba a ilusionarla, a decirle mentiras sólo para hacerla feliz. No como había hecho ella.

—Perdóname —Kang siguió susurrando antes de inclinarse y quedar a pocos centímetros de su rostro, comenzando a mover su cadera—. Te quiero, te amo...

Minji quería decir algo, pero entonces Haerin la besó con suavidad, sin dejar de frotarse contra ella, sus labios acariciando los suyos con fuerza, transmitiéndole un montón de cosas con ese simple gesto. Diciéndole lo mucho que la necesitaba con ese beso.

Jadeó cuando las manos de Haerin acariciaron su cintura para luego quitarle la camisa del pijama. Minji hizo lo mismo, besando ahora el cuello ajeno, dejando que las sensaciones placenteras inundaran su cuerpo.

Haerin se alejó unos centímetros, mordiendo su labio inferior, sintiendo las manos de Min acariciando su trasero por debajo de su ropa interior, apretándolo, amasando sus nalgas, y gimió contra su oído al sentir de repente un dedo colándose hacia su coño, rozándole, presionándose con suavidad.

Minji soltó una maldición entre sus dientes cuando Haerin mordió su cuello con fuerza, y en modo de venganza, metió un dedo en su interior.

El gemido de Haerin la volvió loca por completo.

Haerin comenzó a mover su cadera contra la mano de Minji, con el rostro completamente ruborizado, humedeciendo sus labios, abriendo su boca en señal de placer total.

La menor la miró, sonriendo temblorosamente.

—Te amo... —susurró de forma expectante.

Min mordió su labio inferior.

—Sí... sí... sí...

Notó el momento exacto en que los labios de Haerin se fruncieron en una mueca.

—Dilo, Minji —pidió de forma lastimosa, moviéndose con más fuerza.

—¿Qué? —detuvo sus movimientos, sintiéndose repentinamente helada.

Haerin la besó, pero no respondió el beso.

—Di que me amas —susurró de manera exigente—. Dilo, dilo.

Minji se alejó con el corazón roto, sintiendo de pronto ganas de vomitar, quitando sus manos del cuerpo contrario.

—Haerin, vuelve a tu cuarto —ordenó con la voz temblando.

—No —su tono era furioso—. No hasta que lo digas.

—¡No lo diré, Haerin! —de pronto, ya no podía hablar en voz baja—. ¡No lo diré, ¿me oíste?!

Los ojos de la chica brillaron con odio.

—¡Tenía razón, yo tenía toda la maldita razón!

Minji la empujó y Haerin tropezó, cayendo al suelo.

—¡No es así! —las palabras salían de la boca de Minji sin control alguno—. ¡¿Sabes qué más?! ¡Te amo, te amo, maldita bastarda! ¡¿Era eso lo que querías oír?! —Haerin retrocedió—. ¡AHORA VETE A LA MIERDA, HAERIN, NO QUIERO VERTE NUNCA MÁS EN MI PUTA VIDA!

Esta se puso de pie, saliendo del cuarto con un portazo.

Minji se sentó sobre la cama y soltó un jadeo de dolor, y antes de poder procesar lo que estaba pasando, comenzó a llorar.

Comenzó a llorar y no pudo detenerse por el resto de la noche.

Comenzó a llorar y no pudo detenerse por el resto de la noche

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