Capítulo 37

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—Enterraste a Eunsoo junto a tu padre.

—¿Y dónde más lo haría?

La dura voz de Haerin envió un escalofrío por la espina dorsal de la mujer, pero no se volteó a mirar a su hija, sino que siguió viendo las dos tumbas, una más antigua que la otra. La del padre de Haerin estaba un poco desgastada, con sólo un ramo de flores, pero la de Eunsoo...

Para Haerin, Eunsoo había sido como una flor, por lo que haría que su tumba siempre estuviera rodeara de miles de flores.

La mujer dejó el ramillete de rosas que compró sobre la tumba de su hija para luego dejar el de claveles sobre su exesposo.

—Hae...

—¿Cuándo vas a irte? —le interrumpió Haerin desviando la vista, sin querer mirar a su madre a los ojos.

Naree puso una expresión triste, queriendo acercarla contra ella y darle un abrazo como cuando era pequeña, revolverle el cabello para luego decirle que todo estaría bien, que mamá la iba a cuidar siempre.

Recordaba la sonrisita de sol que Haerin ponía siempre, transmitiendo tanta felicidad con ese simple gesto, y se lamentó no poder verla nunca más. Se lamentó por ver tanto dolor en los ojos de Haerin y sólo una mueca incómoda en su rostro.

—Quiero hablar contigo, hija.

—No —Haerin retrocedió, negando con la cabeza—. No me llames así. No tienes el derecho para hacerlo.

—Bebé...

—Nos abandonaste —su voz se quebró—. Dejaste a papá, desapareciste de un día para otro, no diste ninguna señal de vida. ¿Sabes lo horrible que fue?

Haerin se recordaba a sí misma a la edad de cinco años, las primeras semanas que su mamá ya no estaba, yendo a la ventanita del comedor a asomarse, esperando que un día ella apareciera por la calle, sonriendo, preguntándole cómo estaba. Y Haerin sólo la abrazaría, diciéndole que la extrañó mucho, sin importarle que hubiera estado lejos tanto tiempo.

Pero Eunsoo, mayor que ella, se había dado cuenta de que su madre no volvería, y cada día le decía que se alejara de la ventana, que Naree no iba a regresar. Sin embargo, Haerin era terca, y estuvo mirando por la ventana cada día hasta que fue la segunda Navidad sin mamá, y papá llegó borracho, llorando, lamentando que su esposa no estuviera con ellos.

Haerin había tenido tanto miedo de su padre que no le quedó más que asumir que mamá nunca iba a regresar.

—¿Por qué volviste? —susurró.

Los labios de la mujer temblaron.

—Porque quiero llevarte conmigo.

Haerin se volteó con expresión sorprendida.

—¿Qué?

—Yo... —Naree puso una expresión de vergüenza—. Cuando tu padre murió, Hae, Eunsoo se contactó conmigo.

Haerin abrió la boca, aturdida, sin poder creer un poco lo que su madre estaba diciendo. Quiso protestar, reclamar, quejarse, pero ninguna palabra salía de su boca.

—Ella me dijo que... que si algo llegaba a pasarte, tenía que prometerle que debía hacerme cargo de ti, que era la única forma de... de redimirme con ustedes —los ojos de Naree se llenaron de lágrimas—. Quería llevarlas conmigo a Osaka, donde...

—¿Osaka? ¿Japón? —de pronto, Haerin sintió como se quedaba sin aire, como algo dentro de ella se removía.

—Cuando me divorcié de tu padre, yo... me mudé a Japón y conocí a otro hombre —Haerin sintió su estómago revuelto—. Nos casamos unos años después y nos mudamos a Osaka. Luego de que tu padre muriera, quería que ustedes se fueran conmigo, que vivieran con nosotros y sus medios hermanos...

—Espera, espera —Haerin sintió que iba a vomitar, de eso estaba segura—. Me estás diciendo que... que nos abandonaste, conociste a otro hombre con el que formaste una familia, y ¿no abandonaste a sus hijos como hiciste con nosotras? —de pronto, comenzó a reírse de forma histérica, aturdida, dolida, sin poder creerlo un poco—. ¿Por qué? ¡¿Por qué?!

—Nunca quise a tu padre, Haerin —Naree comenzó a llorar—. Nunca quise hijos con él, pero... pero Eunsoo fue un accidente, y luego llegaste tú, y no podía... no podía seguir con tu padre...

Haerin necesitaba que alguien la abrazara, que alguien la sostuviera en ese momento, que alguien le dijera que todo estaría bien aunque no fuera más que una vil mentira.

Alguien como Minji.

Sus manos temblaron, buscando marcar su número, pedirle perdón, rogar para que fuera a buscarla y la abrazara como nunca lo había hecho antes, pero entonces recordó el dolor en los ojos de su osito, el dolor que le causó, y se dijo que quizás, sólo quizás, se merecía todo ese dolor que estaba sintiendo ahora.

—Cuando tu padre murió yo quería que fueran conmigo porque ustedes no tenían la culpa de nada —prosiguió su mamá tratando de tranquilizarse—. Sin embargo, Eunsoo me dijo que no, que ustedes estaban bien sin mi ayuda, y sólo cuando... sólo cuando ella muriera, podías decidir si venir conmigo o no —Naree dio un paso, temblorosa—. Ven conmigo a Osaka, Rinnie bebé.

Que la llamara así la quebró por completo.

Ignorando sus llamados, se giró y salió corriendo del cementerio, sintiendo sus mejillas encharcadas, sus ojos llenos de lágrimas, su corazón roto.

Corrió, corrió y corrió ignorando que estaba cansada, que su costado dolía.

Lo único que necesitaba era un abrazo.

Tocó la puerta de la casa, y cuando Hyein abrió con expresión aturdida, se derrumbó por completo.

Y Hyein no preguntó nada, sólo la abrazó, queriendo calmar el destrozado llanto de su mejor amiga.

Y Hyein no preguntó nada, sólo la abrazó, queriendo calmar el destrozado llanto de su mejor amiga

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