Lo que pasó con el pato, perro y conejo

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Hyein no podía estar más incómoda en esa posición: por un lado, Danielle estaba a su derecha, mirando distraídamente como una mariposa volaba a su alrededor, y por otro, Hanni estaba a su izquierda, fulminándola con la mirada mientras se cruzaba de brazos.

Sentía que iba a morir en cualquier momento.

—¿Entonces? —preguntó Hanni con voz dulce, aunque sus ojos estuvieran con odio mal contenido.

—Nini... —comenzó a decir Hyein débilmente.

—¡Nada de "Nini"! —Hanni le pisó el pie, a lo que Hyein gritó por el dolor—. ¡Tú querías hablar para excusarte, así que habla ahora, maldita sea!

Todo el mundo siempre había considerado que Hanni era un pancito dulce de Dios, incapaz de hacerle daño a alguien, sonriendo siempre y tirando amor a todo el mundo.

¿La verdad? Hanni no era más que el diablo encarnado en una persona.

Un diablo enano, pero el diablo al fin y al cabo.

Hyein lo sabía muy bien, sin embargo, la amaba de todas formas.

—No puedo excusarme por completo —dijo Hyein con nervios—. Hay... hay cosas que no puedo decirte.

Hanni la miró de forma incrédula.

—¿Disculpa?

—Esto... Dani y yo...

—¡Eres una desgraciada, Lee Hyein!

—¡Hanni, escúchame!

—¡¿Cómo quieres que te escuche si me engañaste, te acostaste con la primera que se te cruzó?!

—¡Eso no es cierto! —Hanni enmudeció ante las palabras de Hyein—. ¡Hanni, Danielle y yo nunca nos acostamos! ¡Al menos, no en el sentido que estás pensando!

Hanni negó con la cabeza, incrédula, recordando el día que quiso darle una sorpresa a Hyein y entró a su cuarto, encontrándose con una escena que le había roto el corazón por completo: Danielle acostada sobre ella, besándola, y Hyein agarrándola por la cintura. En la misma cama.

—No te creo —escupió Hanni.

Hyein se giró, exasperada.

—Dani, explícale, por favor —pidió Lee.

La aludida, que hasta el momento había observado la escena en completo silencio, miró a Hyein a los ojos. No dijo nada por varios segundos, imperturbable, y cuando Hanni comenzó a exasperarse, abrió la boca:

—Hyein tiene razón. Ella y yo no nos acostamos —apoyó con calma—. Pero eso no quiere decir que no me gusta. Me gusta Lee Hyein.

Hanni enrojeció de rabia mientras Hyein desviaba la vista.

—¿Entonces por qué Danielle estaba en tu cama, besándote? —la voz de Hanni salió temblorosa ahora.

—Se quedó a dormir esa noche en mi casa por unos... unos problemas —Hyein se removió, incómoda—. Y lo del beso... Danielle me agarró desprevenida. Yo... yo le había aclarado antes que tú eras mi novia y te quería a ti. Te quiero a ti.

—Sí —la voz de Marsh sonó derrotada—. Hyein siempre me lo dijo, pero yo no quería rendirme.

El corazón de Hanni comenzó a palpitar con fuerza, sin embargo, se limitó a fruncir el ceño, mirando a la coreana con acusación.

—¿Por qué no lo dijiste antes?

—¡Porque tú no me dejabas explicarme! —se quejó para luego bajar la voz—. Además... además, cuando terminaste conmigo, yo... yo estaba confundida. Me di cuenta de que... de que sí quería a Dani... —ahora el corazón de Hanni pareció quebrarse—, entonces... entonces me dije, ¿por qué no darle una pequeña oportunidad? Pero... pero no podía, Hanni. Tú seguías en mi cabeza. Ahí me di cuenta de que... de que a Dani la quiero, pero a ti te amo.

El rostro de Hanni no cambió, a pesar de que todo su interior parecía volverse gelatina y sus piernas temblaron.

—¿Por qué Danielle estaba en tu casa? —siguió preguntando.

—No puedo decirte.

—Hyein —la voz de Hanni sonó a advertencia.

—De verdad no puedo, no me...

—Mis papás se están divorciando —le interrumpió Danielle a Hyein—. Ha sido... ha sido un proceso difícil, y Hyein ha sido una buena amiga. Me ha estado apoyando a pesar de que sabía que eso le traería problemas contigo.

Bueno, ahora Hanni se sentía un poquito miserable, pero no lo demostró.

—Lo siento —le dijo Hanni a Danielle.

La australiana se encogió de hombros, desviando la vista.

Hyein le tomó el brazo, con una pequeña sonrisa.

—Bueno, y me di cuenta de mis sentimientos por ti cuando... cuando te vi en los brazos de esa tal Lucía —escupió su nombre con asco, como si fuera una niña pequeña haciendo berrinche.

Hanni sonrió con superioridad, todavía un poco molesta. La verdad era que entre Lucía y ella no había pasado nada fuera del otro mundo. Tuvieron algunas citas, un par de besos, y eso sería, Hanni no fue más allá a pesar de los brazos de tentáculos de la latinoamericana.

—Pero ahora que todo está bien...

—No te he perdonado, Lee Hyein —respondió Hanni sin perder esa sonrisita de suficiencia.

Hyein parpadeó.

—Pero...

—Aunque hay una forma para que te perdone —agregó Pham.

—Haré lo que sea —aseguró Hyein arrepintiéndose apenas vio como la sonrisita de la vietnamita cambiaba a una de maldad y burla.

—Está bien —Hanni miró sus uñas para luego fijar sus ojos en la más alta—. Vas a ir a mi casa esta noche, vas a ponerte un disfraz de gatito como el de Yunjin y me bailarás la coreografía de BOOMBAYAH.

¿Ven? Hanni era el diablo encarnado en una persona.

¿Ven? Hanni era el diablo encarnado en una persona

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