Único.

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Christian sonríe feliz, observa como Geri se ríe alegre mientras escucha una historia que Adrian esta contando, era algo vergonzoso, y no debería estar sonriendo como un idiota, pero no podía evitarlo, ella era exactamente lo que siempre deseo.

Era hermosa de una manera delicada, desde sus curvas hasta sus labios rosas, ese cabello tan brillante, esa risa tan maravillosa, su mano que encaja perfectamente con la suya.

Y aún así...

Siente que su sonrisa se borra al pensar en esos ojos marrones.

De alguna manera la magia se acababa cuando miraba los ojos azules tan expresivos, porque siempre se daba cuenta que no eran los marrones que tanto anhelaba.

Mientras los de ella parecían sonreír cada vez que lo miraban con toda esa luz y esa calidez, los de él se sentían como si estuvieran consumiéndolo.

Desde la primera vez se dio cuenta de que no era lo mismo, y no se refería al color, si no a lo que sentía, en lugar de sentir su pecho expandirse por el amor, sentía vacío, extrañaba esos malditos ojos marrones.

Esos que le transmitían todo el amor que sentían por él, incluso si peleaban todo el tiempo, no importaba que a él no le dieran risa sus chistes, que estuvieran mucho tiempo separados el uno del otro.

Geri era cálida, trataba de no tener  problemas con nadie, amaba hacer amigos, su carácter era muy dulce y siempre apoyaba a Christian.

Esos ojos marrones lo traían vuelto loco, no dudaba en decirle lo que pensaba a la gente y la mayoría de las veces terminaba peleando con uno de sus amigos por su culpa.

Aún así...

Lo extrañaba, lo extrañaba tanto que dolía, nada era lo mismo, ahora los colores eran una tonalidad de blancos y negros, ni siquiera en el día más brillante se sentía bien.

Lo que lo hacía peor es que estaba consiente de que fue un pacto de los dos, el no volver a hablar, cero comunicación habían dicho.

O volverían a caer en el mismo ciclo interminable dónde tenían una pelea, se distanciaban por unos días y luego cuando se reencontraban tenían sexo durante días antes de volver a lo mismo.

La tentación era enorme.

Era una relación donde parecía que lo carnal gobernaba sobre lo demás, pero si era honesto consigo mismo el hombre lo conocía como la palma de su mano.

Él era consiente de que a Christian le molestaban los vasos fuera de su lugar, las toallas mojadas en el piso, la ropa por todas partes, en cambio Geri no parecía darle importancia a eso.

Pero era más que la manía de Christian de tener todo arreglado, era la manera en la que el otro le preparaba un té cada vez que estaba cansado, como lo abrazaba después de un mal día, como contaba chistes horribles solo para que Christian se sintiera mejor después de haber quedado avergonzado por haber contado uno él mismo.

Era la manera en la que incluso cuando peleaban todo parecía fluir entre ellos, era extraño, pero era lo que tenían, y había sido maravilloso.

Pero todo eso tuvo que terminar porque se negaba ser el sucio secreto de nadie, había estado con el hombre durante años, había aceptado estar con él así, pero le había advertido desde el principio que no sería eterno, que no lo podía esperar para siempre.

Las peleas habían iniciado por esa razón, y llegó a un punto en el que decidió terminar todo para no odiar al hombre, decidió quedarse con el amor que tenía por él a odiarlo con su alma.

No contaba con lo mucho que lo iba a extrañar y que cada vez se hacía más difícil olvidarlo.

Había decidido iniciar una relación con alguien más, alguien que no se avergonzará de él, alguien que lo quisiera, alguien que lo hiciera sentir bien.

Ojos marronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora