¿Punto?

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La luz de las primeras horas del día, se colaba por las rendijas de las persianas de la ventana de mi madre.

La cama, desconocida para mí, había hecho que me doliesen todos los huesos.

Intenté  darme la vuelta para acomodarme mejor.

Un suspiro de dolor, se escapó de entre mis labios sin ser consciente de lo dolorido que estaba mi cuerpo.

Había sido una noche mala, larga, despiadada.

Por un momento, antes de abrir los ojos, pude sentir que a pesar del dolor, todo estaba bien.

Pero esa sensación, desapareció rápidamente cuando recordé a Marcos.

Una sensación de ahogo invadió mi cuerpo repentinamente. El aire empezó a convertirse en una sustancia espesa y pegajosa que no lograba entrar en mis pulmones.

Mi rostro empezó a tornarse de un color carmín y mis labios comenzaron a perder su color natural para adquirir un intenso tono azulado.

-Nooooooooooo- un grito gutural salió de mi boca, permitiéndome respirar de nuevo.

-¿Qué  te pasa? ¿Estás bien? - mi madre había subido las escaleras de la casa a toda prisa. Después de lo que había ocurrido el día anterior, se temió lo peor y dio gracias a Dios,  por encontrarme sentada en la cama llorando.

En su rostro, pude ver una expresión de alivio, que nunca antes había visto.

- Sí, mamá,  estoy bien, es solo...

Mis palabras quedaron interrumpidas por el cambio en el rostro de mi madre. De un momento a otro, el gran alivio que había logrado descifrar en sus rudas facciones; se habían convertido en una mueca de desacuerdo y enfado.

- Duerme un poco, y no pienses tonterías. Si valoras tu vida, no le des más vueltas a lo que ha pasado. Ese hombre casi te cuesta la vida.

Asentí con un gesto de aprobación con tal de no escucharla. Sabía que tenía razón,  claro que lo sabía. 

Pero también sabía, que me sentía vacía sin él. 

¿Qué si lo amaba? En aquel entonces creía que sí, me hacía tanta falta como daño y eso, sin duda, debía ser amor.

Me llamo Elisa Márquez, y esta es la historia, de mi vida y de mi muerte.

Aún recuerdo el día en que todo explotó. Era un 28 de octubre. 

Me levanté de la cama y tenía que ir a trabajar. Las fuerzas no me acompañaban.

Hacía varios meses que me sentía apática y muy cansada.

Imaginé,  que era debido a la sobrecarga de trabajo que tenía en esos días.

Sabía muy bien que no era feliz, pero también sabía que era por mi culpa.

<<Eres demasiado ignorante, demasiado blanda, demasiado desconfiada, demasiado débil...Demasiado todo.>> Susurraba la voz de mi cabeza.

Hacía ya bastante tiempo que me hablaba, yo, la llamaba "Hera".

Hera, era la Diosa griega del matrimonio, la familia y el hogar, aún así, tenía un carácter fuerte y podia ser muy vengativa con las amantes de su marido Zeus.

Más tarde, pude darme cuenta de que Hera, no era más que la voz de mi subconsciente.

Mi vida de casada, había sido un estira y afloja en todo momento. Como todos los matrimonios, ¿no? Pues no.

Yo me pasaba los días, intentando que Marcos pudiera sentirse querido, cuidado, amado. Inventando sorpresas, notas de amor, pequeños detalles que lo hicieran sentirse valorado. 

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⏰ Última actualización: May 24 ⏰

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