CAPITULO 51:

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* Parsimonia: Sin afán - despacio

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En la noche y cuando los niños tuvieron sus tareas listas y todos cenaron unos espaguetis que ella había preparado, fue hora del pastel. Luis apagó las luces y Abel le trajo la torta con muchas velitas de colores. Emi y Jero gritaron de contentos ante el ponqué. Todos le cantaron el cumpleaños feliz, mientras ella no sabía a dónde mirar. Luis y Abel le sonreían aplaudiendo, y sus hijos aunque miraban muy antojados la torta, también la felicitaban y gritaban. No pensó que celebrarían su cumpleaños de esa manera. Que la querrían tanto para hacerle semejante homenaje y no dejarla sola.

Ellos contaron hasta veintisiete, y Luis le sugirió que soplara todas las velas.

—Pide un deseo antes—la frenó Abel cuando ella ya iba a soplar.

Cerró entonces los ojos y rogó no sufrir más. Rogó que todas sus tristezas se le fueran. No tener que huir ni tener miedo. Y pidió también que llegara a su vida un buen hombre, ya que con Abel todo estaba perdido. Luego atrayendo a sus pequeños a sus brazos, soplaron juntos las velitas.

Los padres aplaudieron animados.

—Gracias por esto. De verdad que no me lo esperaba, y se los agradezco.

Luis volvió a encender las luces.

—Te mereces todo lo bueno en este mundo, mi querida Pao—el vicario le dio palmaditas en la espalda.

Fue el padre Abel quien le partió la torta para compartir, mientras ella le presentaba los platos. Emilia robó una cereza de encima.

—Te mereces eso y más.

Ella los miró tímida y recibió su trozo de pastel.

—Gracias pues.

Emi la miró, con la carita llena de chocolate.

—¿Puedo doble rebanada, mami?—pidió.

—¡Yo también!—se unió Jerónimo.

Ella les sonrió.

—¿Ya tienen todas las tareas hechas?—asintieron—¿y Luis ya se las revisó?

Los niños lo miraron.

—Nos pondremos a ello en un momento—volvieron a verla.

—No lo sé. ¿Será que si pueden repetir? ¿Les entrarán dos pedazos en esas barriguitas?

—¡Sííííííí!—volvieron a gritar.

—Porque estará muy rica—argumentó Emilia.

Ella comió la propia, mientras Abel esperaba.

—¿Y cómo lo saben?—se rió Luis—puede que no lo esté. Solo han probado el chocolate de encima.

Los dos pequeños pusieron carita de pensar queriendo convencerla. Fue Jerónimo el que hizo una pregunta:

—¿Quién la preparó?—ella sonrió mirando al padre.

—Abel la preparó por la mañana.

Emilia comenzó a comer con los dedos, muy feliz.

—Entonces estará deliciosa. Todo lo que él cocine sabrá rico.

Pao no encontró argumentos en contra para esa afirmación. Porque sí. En efecto, el ponqué desde que lo probó en la mañana estaba riquísimo. Abel la miró esperando si partía más y ella asintió a regañadientes.

—Pero pedacitos pequeños. Sino no dormirán ahora.

Puso la segunda rebanada en sus platos.

—Gracias por tu cumplido, Emi. Y espero que de verdad les guste.

ENTRE LA CRUZ Y EL CORAZÓN (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora